Ya han pasado casi un par de semanas desde que nos pudimos reencontrar para dar la bienvenida a la estación estival. Por el momento cuelgo estás fotos y más adelante ya escribiré impresiones, sensaciones y demas.......
martes, 30 de junio de 2009
martes, 16 de junio de 2009
Bandera de Oración
Hace poco Maya sacó una fotografía de las banderas de oración que tenemos en la terraza y surgió la idea de está entrada en el blog. Las compramos en Orgiva - Granada antes de subir a visitar el centro budista de O Sel Ling. Aqui nacio el niño en el que se reencarno el Lama Thubten Yeshe.
Una típica bandera de oración tiene en su imagen central un caballo que porta en su espalda las Tres Joyas en llamas.
Este caballo es conocido como el Caballo de Viento y le otorga a las banderas su nombre en tibetano "Lung-Ta". Las tres joyas simbolizan a Budha (el estado de Iluminación), el Dharma (las Enseñanzas budistas) y la Sangha (la Comunidad budista).
Alrededor del caballo hay veinte mantras, poderosas emisiones de sonidos, cada uno dedicado a una deidad en particular. La idea es que al pasar el viento sobre la superficie de las banderas, el aire es purificado, santificado y dulcificado por los mantras. Esta bendición recae sobre todos los seres del vecindario.
Cuando el viento sopla (expresando la calidad y naturaleza de la mente) la sagrada bandera de oración se agita en la brisa y las oraciones contenidas en la bandera son transportadas a todos los seres como una bendición. Las banderas de oración pueden ser puestas en el campo atándolas al borde de un tejado, entre postes, en los templos, entre árboles y otros lugares. Dándole la oportunidad al viento de moverlas. El viento es considerado una expresión de nuestras mentes, y la energía mental que los activa.
Origen
En el año 800 D.C. (era actual) el Budismo se introdujo por primera vez en el Tibet por Padmasambhava. Hasta ese tiempo la mayoría de los tibetanos seguía la religión Bon, una práctica shamanística. La religión Bon había instaurado la tradición de colgar banderas de cinco colores, en representación de los cinco elementos, con la creencia que éstas ofrecían protección. Cuando el Budismo se mezcló con la religión Bon, los sagrados mantras e iconografías se pintaron sobre las banderas Bon, creando los orígenes de lo que es conocido hoy como banderas tibetanas de oración. Posteriormente, Atisha llegó para enseñarle Budismo al pueblo tibetano en 1040 D.C. trayendo con él el Estandarte de la Victoria indio y con ello las banderas de oración ganaron más popularidad. Las banderas tibetanas de oración son entonces, una síntesis de las banderas de los elementos de la religión Bon y el dharma del budismo indio.
Una típica bandera de oración tiene en su imagen central un caballo que porta en su espalda las Tres Joyas en llamas.
Este caballo es conocido como el Caballo de Viento y le otorga a las banderas su nombre en tibetano "Lung-Ta". Las tres joyas simbolizan a Budha (el estado de Iluminación), el Dharma (las Enseñanzas budistas) y la Sangha (la Comunidad budista).
Alrededor del caballo hay veinte mantras, poderosas emisiones de sonidos, cada uno dedicado a una deidad en particular. La idea es que al pasar el viento sobre la superficie de las banderas, el aire es purificado, santificado y dulcificado por los mantras. Esta bendición recae sobre todos los seres del vecindario.
Cuando el viento sopla (expresando la calidad y naturaleza de la mente) la sagrada bandera de oración se agita en la brisa y las oraciones contenidas en la bandera son transportadas a todos los seres como una bendición. Las banderas de oración pueden ser puestas en el campo atándolas al borde de un tejado, entre postes, en los templos, entre árboles y otros lugares. Dándole la oportunidad al viento de moverlas. El viento es considerado una expresión de nuestras mentes, y la energía mental que los activa.
Origen
En el año 800 D.C. (era actual) el Budismo se introdujo por primera vez en el Tibet por Padmasambhava. Hasta ese tiempo la mayoría de los tibetanos seguía la religión Bon, una práctica shamanística. La religión Bon había instaurado la tradición de colgar banderas de cinco colores, en representación de los cinco elementos, con la creencia que éstas ofrecían protección. Cuando el Budismo se mezcló con la religión Bon, los sagrados mantras e iconografías se pintaron sobre las banderas Bon, creando los orígenes de lo que es conocido hoy como banderas tibetanas de oración. Posteriormente, Atisha llegó para enseñarle Budismo al pueblo tibetano en 1040 D.C. trayendo con él el Estandarte de la Victoria indio y con ello las banderas de oración ganaron más popularidad. Las banderas tibetanas de oración son entonces, una síntesis de las banderas de los elementos de la religión Bon y el dharma del budismo indio.
lunes, 15 de junio de 2009
Una tarde de limonada y pajaritos
Está tarde Maya para merendar ha preparado una deliciosa limonada. Mezcla de mojito y limonada. Me ha dado permiso para compartir la receta con vosotros omitiendo el ingrediente secreto. Pues ahi va.
Ingredientes: 1 limón, 1 litro de agua, mucho azucar moreno, unas hojas de hiervabuena e hielo.
No sabemos si al olor de la limonada han venido a visitarnos la abuela y la tia Estrella. Lo estabamos pasando bien cuando de pronto la abuelaha oido el trino de un pajarito en la celosia.
Era un pajarito que recien había empezado a volar. Su pico estaba tierncitotodabía de polluelo. Nos a regalado una miraba tan dulce que nos hemos quedado quietas disfrutando del momento. Se podía oir a la madre llamandolo y el respondía. Lo hemos dejado tranquilo para que su mama pudiera venir a vuscarlo. Al ratito ya no estaba. Hemos buscado en la guia de aves pero es dificil identificarlo al no tener el plumaje totalmente definido.
Y siguiendo con pajaros hemos echo una foto al nido de golondrina que hay en la puerta de la cocinilla y que sorpresa... tenía cuatro huevos. Ver la foto a Adda le ha encantado, siempre lo vemos desde abajo. Llevan muchos días preparando el nido hecho de barro, dentro tiene agujas de pino y unos pelos muy largos y gruesos que bien podrian ser de los caballos de Angel. Pronto saldran los polluelos que han de venir a anidar el año proximo.
domingo, 14 de junio de 2009
Pasta de dientes
INGREDIENTES:
La sensación es diferente, pero agradable.
BENFICIOS:
Fortalece las encias debiles y sangrantes. Los dientes poco a poco se van blanqueando ya que la arcilla pule el esmalte.
- Arcilla blanca, una cucharadita.
- Tres o cuatro hojas de salvia fresca
La sensación es diferente, pero agradable.
BENFICIOS:
Fortalece las encias debiles y sangrantes. Los dientes poco a poco se van blanqueando ya que la arcilla pule el esmalte.
jueves, 11 de junio de 2009
Limpiador para el baño
Ingredientes:
La mezcla se aplica con un estropajo o esponja. No necesita aclarado por lo que después de haberle dado a todo el baño se puede secar directamente.
Beneficios de este producto:
Deja todo con un brillo increíble.
El vinagre desincrusta la cal y hace un P.H. acido po lo que la aparición de moho se ve reducida. Tambien desaparecen los olores.
El limón es un potente desinfectante por lo que ademas de limpiar se desinfecta. Y desprende un olor maravilloso.
Y lo más importante de todo no contaminamos el agua de nuestros rios.
- vinagre corriente
- esencia de limón
La mezcla se aplica con un estropajo o esponja. No necesita aclarado por lo que después de haberle dado a todo el baño se puede secar directamente.
Beneficios de este producto:
Deja todo con un brillo increíble.
El vinagre desincrusta la cal y hace un P.H. acido po lo que la aparición de moho se ve reducida. Tambien desaparecen los olores.
El limón es un potente desinfectante por lo que ademas de limpiar se desinfecta. Y desprende un olor maravilloso.
Y lo más importante de todo no contaminamos el agua de nuestros rios.
miércoles, 10 de junio de 2009
Una visita muy esperada
El día 30 de mayo vinieron a visitarnos Mariana, Pau, Andrea y Malena. Las esperábamos en el jardín jugando y comiendo cerezas. Maya y yo teníamos muchas ganas de conocer a Andre y Malena habíamos oído tanto sobre ellas. Y hoy era el día de conocerlas. ¿Llebaría Andre la nariz de payaso puesta?.
No tardó mucho en ponersela en cuanto entramos a casa y cuando se la puso......le cambió la voz. Incluso probó otra nariz y su voz cogio un tono diferente. Tomamos un mate mientras a Malena se le pasaba el mareo del viaje. Despues fuimos a visitar la iglesia de San Juan donde se encuentran las pinturas de Jesus Mateo. Tambien fuimos al castillo y subimos al paseo de armas.
Bajamos a merendar a la ¿cascada de los deseos?, creo que así la llaman Maya y Fabian.
Jugamos con los juegos malabares comimos, bebimos mate....lo pasamos muy bien.
A la hora de la despedida se me quedó corta la visita y pensamos en quedar el lunes en Cuenca para pasar un ratito más en sú compañía. Son encantadoras y disfrutamos mucho con su conversación en tono argentino y sus ocurrencias. Como me gustaría volver a tenerlas por aquí otra vez.
martes, 9 de junio de 2009
El día que llegó Adda.
Esta es la historia del parto de Adda que me gustaría compartir con vosotros. Todos los años (bueno estos dos años) para su cumple la leo. Me transporta a ese día en que nos vimos por primera vez y se me caen las lagrimas de emoción. Ha sido uno de los momentos más intensos de mi vida.
LA ODISEA DE ADDA
Jueves 29 de marzo.
Algunas de las chicas del grupo de madres y sus hijas vinieron a visitarnos. Nos venían a desear suerte, la fecha del parto estaba próxima, el día 10 de abril salía de cuentas. Desplazarme hasta Cuenca a las reuniones del grupo con la voluminosa barriga que lucía entonces se me hacia pesado, así que esta fue la última vez que nos vimos hasta después del parto.
Mientras las esperaba preparé unos pasteles de verdura en la estufa para la comida.
Vinieron Jimena con Marta y María y Cris con Luz. Mar y Alba se tuvieron que volver desde Almodóvar del Pinar porque por la tarde Mar trabajaba y no le daba tiempo a llegar hasta aquí.
Trajeron unos regalos. Entre ellos una vela que encenderíamos todas cuando alguna necesitara la fuerza del grupo. Una vela naranja redonda como nuestros úteros. Cristina las había regalado el lunes en la reunión para celebrar el primer aniversario del grupo junto con un dibujo precioso y una carta que leí después de que se marcharan. Su lectura me enterneció muchísimo.
Conversamos largo y tendido sobre nuestras experiencias de parto y crianza de nuestras hijas.
Su visita significa mucho para mí. Presagio de que el momento se encontraba próximo. Aunque en esos instantes no supiéramos que se encontraba, tan cerca.
Pasamos una tarde estupenda con las niñas. Bajamos a la puerta de las moreras para admirar la primavera recién estrenada. Las niñas pedían parque y también allí fuimos. Me entristecía separarme de ellas, nos despedimos con los mejores deseo para un buen parto y el agradecimiento inmenso por el esfuerzo de desplazarse hasta aquí con toda la prole. Me sentía arropada por su visita.
Cuando entre en casa me di cuenta de lo realmente cansada que me sentía.
Al llegar la noche cené un vaso de leche con cola cao y unas galletas, no tenía demasiado apetito. Después de acostar a Maya y cantarle una nana “Al lomo del aire… de Lole y Manuel”, una de sus canciones favoritas desde pequeñita, me senté a escuchar al bebé con el fonendo. Enseguida encontré las pulsaciones de su corazoncito. Todo estaba bien latía a buen ritmo a unas 120 pulsaciones por minuto.
Entonces sonó el teléfono, era Jimena ya habían llegado a Cuenca, las niñas ya estaban en la cama. A ella también la noté cansada.
Volví al sillón a seguir con la audición y de repente sentí bajar algo dentro de mi vagina, como un borbotón de algo caliente. Metí la mano por el pantalón y la saqué llenita de sangre, me levanté de un salto y me fui hacia el baño dejando a mi paso un reguero de sangre. ¡Hay Paul, hay Paul!, ¿qué está pasando? .Nos pusimos muy nerviosos. Mi cuerpo temblaba y sentía frio. Enseguida llamé a Acuario y hable con Rachel, me aconsejo acercarme al hospital más cercano.
Empecé a preparar el bolso, no sabía que llevar al hospital andaba de un lado para el otro sin saber qué hacer, en el bolso lo único que recuerdo meter son los libros que quería me acompañaran en el caso que me quedara ingresada y la bolsa de aseo.
Miraba el bolsito que había preparado para el bebé y no quería cogerlo me resistía a pensar en la posibilidad de quedarme en Cuenca para su nacimiento. Algo paso por mi mente en ese instante, que me hizo dejar el bolsito, porque mi hijo no iba a nacer allí. Todavía no había llegado el momento.
Llamamos a mis padres y en unos minutos se presentaron en casa. Al llegar vieron toda la sangre y se asustaron tanto que todos estaban decididos a ir conmigo a Cuenca sin darnos cuenta de que alguien se tenía que quedar con Maya. Al final se quedó el abuelo.
De camino a Cuenca llamé a Juana, que es matrona además es una buena amiga. Le consulto sobre el embarazo constantemente. Me dijo que fuera tumbada en el coche y que depende si la sangre provenía de la placenta o del cuello del útero seria más o menos grave. En Cuenca me dirían algo más concreto pero que ante todo me mantuviera tranquila. Hablar con ella me tranquilizó mucho, tiene ese don.
Un poco menos asustada vigilaba los movimientos del bebé. -¡Muévete pequeño, por favor!-le decía mientras le daba empujoncitos con los dedos para estimularlo. Se movió un poquito y se lo agradecí de corazón. La tímida respuesta me tranquilizó aun más.
Llegamos a Cuenca tras un viaje en silencio, se pasó en un suspiro al contrario que pasa el tiempo en los malos momentos.
Cuando llegamos a urgencias me tomaron los datos y me acompañaron a la sala de monitores. Paul y mi madre se quedaron esperando en el otro lado de las puertas.
Allí había un ginecólogo, dos matronas y una auxiliar.
Enseguida me hicieron un tacto (revisión interna) que me dolió un tanto. Les pedí que lo hicieran despacito porque tenía entendido que el toquiteo puede desencadenar el parto. Y eso no queríamos que pasara porque albergábamos la posibilidad de recibir el alta si no era muy importante lo de la hemorragia.
-El bebé esta alto- dijo el ginecólogo –no hay dilatación.
Terminado esto y después de ponerme de nuevo las bragas y el pantalón, pasamos a las preguntas
-¿Por qué no has venido a monitores?- Me pregunta el ginecólogo en tono acusador.
- Me molestaba mucho conducir con la barriga- Mentí, decidí no someterme a estas pruebas rutinarias creo que no son necesarias.
-¿Dónde está el historial?, no tenemos nada tuyo aquí- pregunta otra vez el ginecólogo.
-Se me olvido- Aquí no mentí. No me acordé de llevar nada de papeles, ecografías, analíticas ni siquiera la cartillita rosa del control del embarazo.
En este punto se respiraba en el ambiente un aire de desconfianza.
Me llevan al monitor mientras me lo colocan una auxiliar le comenta a la matrona, que si los niños de cesárea no se los llevan a la madre hasta el día siguiente...a lo que esta le responde que no, con cara de darlo por hecho. Este comentario me hubiera dado igual a no ser porque me miraban fijamente mientras lo hacían. Algo en sus palabras me a hacía sentir muy mal. No sabría explicarlo solo eran percepciones.
Me toman una muestra de sangre para una analítica y cuando me van a coger la vía les pido por favor que no me la cojan sino es necesario, les explico que la última vez me hicieron mucho daño y sufrí las consecuencias durante varias semanas.
Al oír mi oposición, ginecólogo, matronas, auxiliares se acercan a la cama donde me encontraba y me intentan convencer dándome argumentos que a mi parecer no eran convincentes en absoluto como “por si acaso…”, “y si…”, etc. Y yo seguía sin ceder. Paul que estaba a un par de metros, detrás de una puerta al oír la discusión entra con cara de mosqueo.- ¿qué pasa? –
Cuando entra le explico lo que pasa.
Paul me aconseja que me deje poner la vía “por si” hay algún problema, está un tanto asustado por lo que está ocurriendo, al igual que yo.
Termina el monitor , el bebé está bien. No hay signos de contracciones. Me pasan a otra habitación, donde hay un póster de Alarcón, el ginecólogo me hace una ecografía el bebé está alto todavía y dice que tengo la placenta previa. Pero bueno si no la he tenido durante todo el embarazo, ¿cómo es posible? Nos señala en el ecógrafo la placenta, Paul me mira y nos quedamos igual, no vemos nada, no estamos familiarizados con estas imágenes.
Me llevan a la habitación. Prohibición total de moverme bajo ningún concepto, ni comer, ni beber ni siquiera agua. Esto me enoja, ¿Cómo que ni agua? Tengo sed. Mi madre les da la razón y medio me enfado con ella por no ser lógica, en la habitación hace mucho calor la calefacción está muy alta hemos tenido que abrir las ventanas. Esto determina que en vez de que mi madre se quede conmigo lo haga Paul. Ella se resiste a volverse a Alarcón no quiere dejarme pero se marea mucho con esta temperatura, no lo puede aguantar.
Cuando se marcha nos acostamos Paul en el sillón del acompañante y yo en la cama. Pero no queremos estar separados así que juntamos el sillón junto a la cama para estar muy cerca el uno del otro. Pensamos que si todo va bien mañana nos mandaran para casa.
4:00 h. de la madrugada. Tengo una contracción muy fuerte que hace me doble en la cama despertando a Paul. Cuando empieza a disminuir la intensidad, siento como un fluido tibio se escapa entre mis piernas. El primer pensamiento es de ¡más sangre no! Me incorporo me da miedo mirar. Miro y es agua clara, ¡limpia! con algún tono rosa. Cuando nació Maya me rompieron la bolsa así que esta sensación era desconocida para mí.
¡Mierda Paul! Creo que he roto aguas. Ya no nos vamos esto ya está empezando.
Voy al control:
-He roto aguas- les digo.-
-¿Pues qué haces aquí? , metete en la cama- dice la del control
Me voy a la habitación un tanto sorprendida, la forma seca de decírmelo me deja fría. Le digo a Paul que se venga al baño conmigo, voy a lavarme un poco para quitarme la sangre seca que llevo por las piernas desde que vine de casa. Ahí podemos hablar sin molestar a los de la cama de al lado que tienen un bebé.
Ya en el baño me abrazo a Paul. – creo que este es el único baño que voy a tener para dar a luz. Adiós a Acuario.
Llaman a la puerta del baño, abro, un celador y dos enfermeras,- No te hemos dicho que te quedes en la cama, ¿pues qué haces ahí?-
Les explico lo de la sangre e intento disculparme, me siento como una niña me reprochan mi inconsciencia de lavarme.
Me llevan a monitores otra vez. Paul se queda fuera. Le pido que mande un mensaje a Gimena para que encienda la vela.
Nada más pasar las puertas que separan la zona PROHIBIDA de la zona común un terrible olor a tabaco me sorprende. Proviene de la salita de las matronas. No le doy importancia dadas las circunstancias y porque son las 4:00 de la mañana.
Al llegar a monitores la matrona Inés en su tono habitual, suave pero autoritario me dice-
¿Cómo no estabas en la cama?-
Le digo que por pudor he aprovechado para lavarme la sangre seca que traía de casa porque si me voy a quedar aquí quiero estar limpia. Me reprocha que lo hiciera. Como si yo no supiera que es lo que puedo o no hacer.
Me preguntan por los resultados del cultivo del exudado vaginal que me hicieron justo el lunes en Motilla. Se supone que esta prueba te la realizan cuando vienes a monitores. Les digo que posiblemente esté en micro (lenguaje de hospital). Miran en la base de datos y no lo encuentran. Bueno deciden por unanimidad que para mayor seguridad me van a poner en vena un antibiótico cada cuatro horas. No me gusta la idea pero tampoco me resisto. Si me voy a quedar aquí….
La matrona se acerca a mí con su voz dulce y me explica que me va a poner el goteo con el antibiótico, como si no lo hubiera oído, otra vez me siento infantil me habla como si quisiera convencerme de que me comiera la comida si no, no podré salir a jugar.
Mientras estoy con el monitor y el antibiótico intento hablar con ellas, entablar un vínculo, ya que veo que me van a atender en mi parto, me gustaría estar a gusto y confiar un mínimo en estas mujeres. Pero hay algo, no sé el que, que me hacer sentir estúpida, quizás es mi sumisión.
Cuando me quedo sola escucho a alguien detrás del biombo, roncando, es un hombre, creo que es el ginecólogo.
Al cabo de un rato cuando pasa por allí la matrona Inés a revisar el ecógrafo sin mirarme siquiera , le pido que deje entrar a Paul, lleva más de media hora esperando y no sabe nada solo está a un par de metros de donde estoy. Esta me hace un comentario un tanto sarcástico - ¿y este? ¿Que ha venido, para defenderte?- “Este comentario” me deja sin palabras.
Le pido con lagrimas en los ojos que deje pasar a Paul, dice que ya ha intentado entrar dos veces y me pregunta -¿porque él puede pasar y los demás marido no? Le respondo – porque aquí no hay ninguna otra mujer y prefiero estar con él antes que con el que hay detrás del biombo. A esto le sigue una conversación estúpida donde cuestiona los ronquidos que estoy oyendo. En esas que se oye un fuerte ronquido y la miro como que hay tiene la evidencia.
Por fin, deja pasar a Paul. Siento una alegría infinita al verlo. Le digo que no creo que sea capaz de parir aquí, no me siento bien con esta gente.
Porque como dice Michel Odent en su libro Nacimiento Renacido:- Se tendría que parir en el mismo lugar donde haríamos el amor -
Me devuelve a la habitación el mismo celador, ni me habla, ni me mira.
Me siento fatal. Lloro y lloro, me empiezo a perder en lo que creo que es injusto. A cuestionarme el valor de la ignorancia en estos momentos ¿Para qué me ha servido estudiar todo lo relativo al parto? ¡Si aquí no voy a poder hacer uso del conocimiento! Hubiera sido más fácil dejarme hacer sin preguntar, sin cuestionar, como miles de mujeres ¡se dejan! todos los días. Me siento estúpida por no tener el valor de imponer mi voluntad ó por lo menos defender mis ideas. Estoy débil, mi sumisión me crea impotencia. Mi impotencia me deja sumisa.
-Paul, me rindo. Solo quiero que esto acabe pronto, que me abran que me saquen al bebé, me da igual no tengo fuerzas para luchar contra ellos.- Le digo desconsolada.
Hablamos en ingles, menos mal porque los vecinos de la cama de al lado lo tienen que estar flipando. De esta manera mantenemos nuestra intimidad.
En un momento lo veo, voy a llamar a Acuario, no puedo quedarme aquí sin hacer nada, voy a pedir consejo.
Voy al baño común del pasillo y me escondo como una furtiva. Paul me espera en la puerta.
Se supone que no puedo moverme de la cama.
Llamo con decisión.
Me ponen con María la auxiliar de partos.
Se le corta el teléfono continuamente, se le queda sin batería. Me pide mi número y en cuanto tenga un momento me llamará.
Volvemos a la habitación, tenemos otra cuestión que resolver, si nos fuéramos, no tenemos coche Vicenta se lo llevó anoche para volver a casa. Decidimos mirar cuánto cuesta un taxi de Cuenca a Alicante. Si cuesta mucho nos quedamos.
Pasa el rato y María no me llama, creo que le he dado mal el teléfono, me escapo al baño y vuelvo a llamar.
Me ha visto salir la del control pero me da igual.
Esta vez hablo con Rachel, cuando empiezo a contarle la situación, me tiene que dejar, tiene dos partos. Cuando tenga un momento promete llamarme.
Me pongo a buscar el número de radio taxi. Lo consigo, llamo y no responde nadie.
Me empiezo a hundir ya no estoy segura de querer irme. Ya no estoy segura de nada.
Cuando salgo de baño Paul está esperando, dice que una de las chicas del control se le ha acercado muy enfadada con nosotros, lo ha llamado irresponsable, por dejarme salir de la cama y poner en peligro la vida de su hijo y la mía.
Volvemos a la habitación ya estoy más tranquila, por lo menos lo hemos intentado, esto nos ayuda a dormir un ratito.
De repente una enfermera entra en la habitación en la penumbra de un día que empieza a clarear y me pasa algo por la frente, supongo que es el termómetro. Paul también se despierta: -Pilar, vamos a llamar-.
Le digo que me rindo que hagan conmigo lo que quieran, que acabe lo antes posible y le intento convencer de que desista.
Él sigue insistiendo le doy el teléfono y se marcha.
Cuando regresa dice que el taxi cuesta 295€ cantidad que nos parece razonable en estas circunstancias. Ha hablado con Rachel. Le ha contado la situación, la bolsa rota con aguas transparentes, el bebé está alto y no tengo contracciones desde la que me dio a las cuatro de la madrugada, ahora son la 8:20 am aproximadamente. También le ha dicho que nuestro deseo es parir allí.
Ella no ve que sea una contrariedad lo de la bolsa rota puede estar hasta 48 h. sin líquido. Y que si las contracciones no han comenzado posiblemente el parto no se desencadene hasta esta tarde o mañana.
Bueno Paul – le digo- ahora haber como se lo decimos a esta gente.
Sale decidido de la habitación y cuando vuelve le acompaña una enfermera nueva que ha entrado de turno, esta parece más cariñosa que las anteriores.
Dice que el médico va a venir pronto.
Mientras Paul llama al taxi, quedamos con él a la 9:00h. en la puerta de urgencias.
Cuando llega el médico resulta ser el ginecólogo de la pasada noche.
Cuando lo veo me temo lo peor. Espero que nos monte el show pero tranquilamente me recuerda lo de la bolsa rota, la placenta previa, y me dice que si asumo los riesgos que adelante.
Antes de que salga de la habitación Paul le apremia para que se dé prisa en traernos el parte porque el taxi está al llegar. Nos miramos y nos echamos a reír.
Por mi cuerpo empieza a entrar un nerviosismo propio de una jovencita después de hacer alguna travesura.
Me visto en un periquete.
Mientras esperamos el “parte de alta voluntaria” la mujer de la cama de al lado me cuenta su experiencia muy parecida a la mía. Llego con la bolsa rota y estuvo así 14 horas en la cama sin moverse hasta que dio a luz y este es su segundo hijo.
En esta confesión vi mi presente y mi destino. Pensé que era una señal de esas que te llegan claras y con fuerza. Señal de haber tomado el buen camino.
Viene el ginecólogo con el parte de alta lo firmo y salimos con un cosquilleo en el estomago muy placentero. No sin antes coger unas sabanitas absorbente para no mojar el taxi, no paro de segregar liquido. Es un fluir constante.
Ando despacito, mojada, con la parte de arriba del pijama y sintiéndome muy enamorada de Paul.
Prefiero caminar hacia urgencias por el exterior que me dé el aire fresco de la mañana.
Respirar la libertad. Salir del recinto hospitalario cuanto antes.
Antes de llegar a urgencias aparece un taxi. Es el nuestro 15 min. Antes de la hora.
Nos montamos en el poniendo las sabanitas absorbentes y nos ponemos rumbo a una de las experiencias más bonitas de mi vida.
El viaje lo hacemos tranquilos, tumbada apoyando la cabeza en las rodillas de Paul compartiendo con él un zumito.
Hoy es 30 de marzo, hoy mi abuelo Juan cumpliría 87 años.
-Todavía no tenemos nombre para el bebé en el caso de que sea chico Paul- le digo- y si es chico me gustaría ponerle Juan.
Me llama Mamen, está en Cuenca nos dice que va a tener un chico acaba de salir de la ecografía, sabe que anoche fuimos al hospital y se sorprende de que vayamos camino de Alicante. También me llama Juana para ver que me han dicho en Cuenca, cuando le digo que voy en un taxi camino de Acuario se alegra mucho por mi valentía y me brinda todo su apoyo. Le explico lo que me han dicho en el hospital y como me encuentro. Me dice que esté tranquila que yo no “paro” hasta que empiece a caer la tarde o mañana. Me confiesa que anoche se asustó y que se temía lo peor. Que la sangre proviniera del útero.
Una de las razones de parir en Acuario se debe a que Juana no podría atender mi parto como lo hizo con Maya y no creo que encontrara mejores manos que las suyas en Cuenca, por eso nos decidimos por Acuario.
La llegada a Acuario.
11:30 am. Después de 2 horas y 50 minutos en el taxi llegamos a Acuario. Nos bajamos del taxi con una sonrisa de inmensa alegría por vernos aquí. Hace un día soleado, cálido. Acogedor, el mar se presiente cerca. El aroma a azahar nos embriaga.
El taxista nos dice – Vaya os vais de un hospital para venir a otro – a esto le respondemos
– cada uno va a parir donde le conviene, mire – dicho con un tono chistoso a lo que todos nos echamos a reír por la apariencia absurda de la situación. Pero que para Paul y para mi es de lo más normal.
Cuando entramos a Acuario respiramos tranquilos, por fin ya estamos aquí, ahora ya podemos parir tranquilos.
Entramos a la recepción y la mujer que hay al otro lado de la ventanilla nos pregunta y le decimos que venimos a ingresar, a lo que ella pregunta -¿para qué? - .
- Para parir – le digo.
(En Acuario hay 25 especialidades de medicina diferentes).
Nos sentamos en la salita que hay al lado del ascensor, la que precede a los paritorios a esperar a hacer el ingreso. Esto nos deja un poco fríos pues estamos de urgencia, aunque no se lo expresamos con estas palabras a la señora del mostrador.
Pasa Rachel por allí ,se que es ella porque la he visto en algún reportaje sobre la clínica , no dudo en abordarla - yo soy Pilar de Cuenca-.
-¡Bueno!- se alegra mucho de vernos allí y nos pregunta que si hemos tenido que luchar mucho para que me dejaran salir del hospital. Nos sentimos comprendidos, Rachel lleva muchos años aquí y seguro que ha visto historias parecidas a la nuestra.
También pasa por allí Mª Carmen la auxiliar que nos atendió en la primera visita a la clínica, cuando vinimos a conocerla era el día de mi cumpleaños. Nos atendió con mucho cariño, mientras estábamos sentados en el jardín nos explico cómo son los partos en Acuario, nos aclaró muchas dudas. Ella también se alegró mucho de vernos. Hace un par de días llamé a Acuario para hablar con alguien sobre un cultivo que me hizo la matrona de Motilla para ver si tenía el bichito. Por si la prueba me salía positiva y tenían que aplicarme antibiótico. Entonces también me atendió Mª Carmen y me dijo que con un par de ajos en la vagina durante unas horas es más que suficiente. La respuesta me dejó más que satisfecha.
Rachel va en buscar de Helen otra matrona. Helen es la que nos va a atender porque Rachel ya termina el turno. Cuando vuelven las dos les contamos que es lo que ha sucedido y lo que nos han dicho en Cuenca. También le digo que tengo una historia abierta aquí pero cuando se ponen a buscarla no la encuentran.
Nos vamos con Helen al paritorio a hacerme un monitor. Cuando entramos me siento muy cómoda, tranquila y feliz de estar allí. El paritorio es una estancia amplia pintada de naranja con una enorme bañera al lado izquierdo debajo de una ventana que da al jardín, todo es de madera a la derecha en el rincón hay una cama con forma de riñón con muchos cojines es como un gran trono de madera. Hay dos cuadros uno es un buda en la posición del loto y otro un mandala enorme. También hay una gran bola de goma verde, una mecedora al lado de un pequeño monitor, un banquito de madera como los de meditar y una especie de palancana con ruedas. Me siento en la mecedora y Helen me pone el monitor, no hay contracciones y tampoco hay dinámica de parto. Lo más importante es que el bebé está bien, su corazón late con normalidad.
Cuando aparece Mª Carmen nos dice que la historia estaba guardada en la sección de no embarazada.
Nos dejan solos en el paritorio y aprovechamos para ensoñar nuestro parto y a tomar conciencia de que merece la pena haber salido corriendo de un parto no deseado en Cuenca. Nos sentimos cómplices, un lazo muy fuerte nos une, nos prepara para lo que se avecina.
Antes de entrar al monitor he llamado a mis padres, me he salido a la calle para llamar. Respirar el aroma del mediterráneo me hace sentir firme en mi propósito. Mi madre está en mi casa recogiéndomela un poco. La he notado un poco nerviosa. Ya en el taxi le he dicho que veníamos para Benniarbeig y que nos veríamos aquí. No le he dado más detalles porque la conozco y lo que le diga de más le va a afectar demasiado.
Le he pedido las cosas que tenía preparadas y las que más ó menos creía que íbamos a necesitar. Sobre todo ropa limpia, llevo los pantalones mojados desde que salí de Cuenca como si me hubiera hecho pis y la camiseta del pijama de invierno.
A las 12:30 h. aprox. Terminamos el monitor, Helen entra de vez en cuando y nos hace preguntas para tener una idea aproximada de mi estado.
No tenemos los análisis, ni la ultima ecografía así que nos evalúa con preguntas concretas. Está tarde me los traerá Vicenta.
Pedro Enguix el obstetra nos va ha hacer una ecografía y un tacto después.
Cuando Pedro nos ve nos saluda de esa manera tan respetuosa y silenciosa que tiene, como lo hizo la última vez.
Vamos al ecógrafo y allí vemos que el bebé está bien, se mueve, la cabeza un poco alta y la placenta a lo contrario de lo que nos han dicho en Cuenca está arriba. ¡Nada de placenta previa!
A continuación pasamos al potro a hacer un tacto.
Cuando estoy tumbada Pedro posa su mano sobre mi vientre e inclina la cabeza y se queda en silencio. Siento como si estuviera pidiendo permiso para entrar. Con mucho cuidado introduce la mano en mí. Es increíble. Al tocar la cabeza del bebé me explica en qué situación está y la mueve hacia un lado hacia la posición donde debería ir poniéndose. Coge mi mano y la pone encima de mi vientre donde puedo palpar la cabecita con toda claridad, que sensación tan placentera. La llevamos juntos una vez más hacia el lado por donde tendría que entrar, encajarse y a partir de ahí aparecer las contracciones que iniciasen el trabajo de parto.
Pedro nos explica la situación y dice que probablemente nacería está noche ó mañana, que mejor si nace mañana porque así estaríamos más descansados para afrontar el parto. Así que nos aconseja dormir una buena siesta e ir a ver los patos que hay en el río que pasa por el pueblo. Y que para estimular las contracciones nos podía ayudar un orgasmo ó frotar los pezones para segregar oxitócina.
Pensé que sería buena idea dormir la siesta y hacer el amor.
También nos explica que tomar aceite de ricino ayuda a mover por dentro.
Cuando llega Rachel le comenta que sería aconsejable darme algo de homeopatía, al final decidimos que lo mejor será esperar. Así que Paul y yo nos salimos de la consulta no sabemos porque razón y los dejamos allí a los dos hablando. No nos dicen nada, nos dejan marchar. Siento que no quiero tomar nada, siento que soy libre de hacer lo que quisiera y ellos así me hacen sentir.
El parto es algo fisiológico no estoy enferma. Estoy segura de mi intuición. Confío en mi y en el bebe.
La bolsa solo llevaba rota 8 horas podíamos esperar incluso hasta las 48 horas.
Mari Carmen nos ha traído la comida a la cafetería, tenemos muchísima hambre no hemos tomado nada desde anoche.
La comida esta deliciosa. Cintas de pasta, ensalada y fruta.
Mientras llamamos a Josefa, la señora a la que habíamos reservado la casa para dentro de 10 días cuando se suponía salíamos de cuentas. No disponía de habitaciones para esta noche. Pensaba en alojarnos todos juntos por si Maya decide no venir al paritorio cuando dé a luz.
Decidimos pues quedarnos en la “casa de fisio”, que está justo al otro lado de la calle. Está también pertenece a la clínica pero es algo más barata.
Después de comer Mª Carmen nos la ha enseñado y aquí se ha despidió de nosotros, descansaba este fin de semana. Nos ha dicho que le hubiera gustado bañar a nuestro bebé por primera vez.
Cuando nos hemos quedado solos hemos sacado lo que llevamos en la mochila, que alegría cuando he visto mi camiseta de “lee nuestros labios sabemos elegir” del grupo feminista Ruda de Zaragoza que había escogido para la ocasión. Con los nervios de la pasada noche no me di cuenta de que la echaba a la mochila.
Me cambio y nos echamos a dormir, porque de hacer el amor nada, estamos muy cansados.
Consigo dormir durante una hora y media, más o menos, un sueño reparador. Me levanto pensando en Maya, mi pequeña. ¿Cómo estará llevando todo esto? He hablado con ella antes de que saliera de Alarcón, sonaba muy contenta. Hemos hablado mucho sobre este momento y nos ha acompañado siempre que hemos venido a Acuario. Le gusta mucho esto. Lo que no tiene claro es el acompañarme durante el parto dice que ver la placenta le da “yu yu”.
Le he encargado que me traiga el diario del embarazo. Seguro que no se olvida.
Voy al baño y vengo continuamente, tengo la sensación de hacerme caca constantemente.
Me pongo de cuclillas en el baño y hago fuerza.
En la habitación practico haciendo el movimiento del infinito de la danza del vientre, noto como el bebé serpentea en el movimiento. Siento alguna contracción flojita alguna un poco más intensa, pero llevadera. Cuando me duele me arrodillo en el suelo y apoyo los brazos y la cabeza en la cama, esto me alivia bastante.
Paul va tomando notas en un papel cada vez que tengo una contracción lo que duran y cada cuanto.
Maya nos llama por teléfono dice que ya ha comido y que están a 10 Km. Me enternece hablar con ella y ver que mi deseo de tenerla junto a nosotros en estos momentos se está cumpliendo. El destino se ha conjugado.
Pasa media hora y no llegan, no quiero llamar porque mi padre va solo en el coche y temo que le pase algo al coger el teléfono. Sus reflejos no son lo que eran.
Menos pienso en llamar a mi madre que va en el otro coche con Maya y ella también puede tener dificultad para coger el teléfono.
Siguen sin llamar y ya estamos preocupados ya tendrían que haber llegado, son las 17:00 h. y han salido a las 13:30 h.
Me decido a llamar.
Estamos llegando a Alicante –dice mi padre-
¡OH, se han equivocado¡ se han metido por la autovía del interior, como nos pasó a nosotros la primera vez que vinimos a Beniarberig.
Pobrecitos. Mi madre estará agotada de conducir tantas horas no está acostumbrada. Anoche no durmió mucho, llegó a casa a las 3:00 h. Y condujo de vuelta desde Cuenca bajo los efectos de las pastillas para dormir.
Para Maya también son muchas horas de coche, espero que no se les de la lata. Y mi padre y sus riñones, después de cinco horas de viaje va estar hecho polvo.
Decidimos ir a dar un paseo a visitar Beniarbeig y ver a los patos del rio, hace un día estupendo para pasear. Vamos a una tienda a comprarnos algo para merendar. Mientras paseamos vemos muchos niños, algunos con sus madres otros solos, me pregunto si habrán nacido aquí. Me parece un lujo poder vivir tan cerca de la Acuario para estas cosas.
Nos sentamos en un parque donde otras veces hemos visto jugar a la petanca. Disfrutamos el momento indagamos sobre lo que va a pasar. Rememoramos la noche anterior y nos regodeamos con los detalles. Nos sentimos libres y cómplices de nuestra jugada a la seguridad social.
Volvemos a la casa del fisio a esperar pero no llegan. Llaman por teléfono están muy cerquita a unos minutos, les informo como llegar.
Nos bajamos a la calle a esperar, mientras sigo teniendo contracciones cada 5 ó 10 minutos.
Esperare a que lleguen para ir a ver a Helen haber que me dice sobre las contracciones que estoy teniendo.
Estoy deseando ver a Maya y a mis padres, mis seres queridos, sentirme querida.
Ya los veo llegar se me saltan la lagrimas de la emoción.
Llega mi padre primero seguido de mi madre y Maya.
Mi madre viene toda nerviosa, mi padre disculpándose por el error.
Y Maya feliz, la veo más adulta aunque solo ha pasado unas horas desde que la dejé en la cama anoche. Mi niña. No les ha dado la lata, dice. Es muy consciente de lo que está pasando. Paul está muy contento de ver a su chica.
Nos subimos a la habitación y les cuento un poco lo que ha ido pasando.
Mi madre escucha y entiende nuestra huida aunque no la comparte pero no discute mi decisión.
Mi padre en su línea mira todo hasta la más pequeña cosa que hay en la habitación para no dejar translucir sus sentimientos más íntimos. Pero se le ve contento de vernos. Y este acto de venir hasta aquí para recibir a su nieto/a me dice mucho.
Nos vamos a Acuario y vemos a Helen. Le digo que estoy teniendo alguna contracción.
Vamos todos al paritorio a ponerme un monitor.
Como Helen no viene me lo pongo yo sola.
Es fácil busco el latido del bebe con los aparatos y ya está.
Cuando entra le dice a la chica que venía con ella- gracias ya se lo has puesto tu- La otra le responde que ella no me lo ha puesto. Helen vuelve a entrar y se me acerca - ¿Quién te lo ha puesto Pilar? – Le digo que he sido yo y se echa a reír. - Esto no me ha pasado nunca- dice.
Me mira y solo he dilatado un dedo 1 centímetro, todavía me queda.
Estoy tranquila, é intento transmitirle está tranquilidad a Vicenta.
Ella ve lo de parir con mucho sufrimiento, como algo muy doloroso y le da mucha pena que tenga que pasar por ahí.
Le explico cómo sería en estos momentos si estuviera en Cuenca y como sería además de los dolores estar allí parece que la comparación le va abriendo los ojos.
Poco a poco veo que se tranquiliza pero sobre todo percibo la gran confianza que tiene en mí. Me ve segura y me escucha con atención.
De vuelta a la habitación aprovechamos para llamar por teléfono a algunas de las casas rurales haber si hay alguna disponible para esta noche. Encontramos una “El Alquimista” Nos la dejan por 60€ la noche. Vamos hacia allí caminando. Es fácil de encontrar. De camino vemos los patos a Maya le gusta mucho mirarlos.
En el camino nos llama Ana y Javier no se creen que vayamos por ahí caminando mientras esperamos que el parto empiece.
Esta es una de las diferencias con un hospital convencional. Si me hubiera quedado en Cuenca todavía estaría tumbada en la cama desde anoche y a saber hasta cuándo.
A la vuelta de ver la casa, pasamos a cenar a un restaurante, pedimos varias cosas para picar.
Voy al baño a pintarme la raya del ojo me siento mejor así. Tengo la cara hinchada con manchas que me han ido saliendo en los últimos meses de embarazo y que estos días se han tornado de un tono más intenso. Estoy feliz de poder hacer lo que me apetece y de no sentirme como una enferma por tener que dar a luz.
En la mesa me da una contracción fuerte y al rato otra. Así que decido marcharme a la habitación. Necesito centrarme, quiero estar sola.
Paul me acompaña y se vuelve al restaurante otra vez.
Yo me meto en la cama e intento relajarme.
EL ALUMBRAMIENTO DE ADDA.
Son las 12:15 h. aproximadamente todos se han ido a la cama.
Llevo un rato que entre sueño y sueño tengo pequeñas contracciones. Duelen pero enseguida se pasan.
Tengo una fuerte que casi no me puedo bajar de la cama. Me arrodillo en el suelo y respiro gotea un poco de flujo con sangre. Espero no tener otra hemorragia. No sé si es normal que sangre.
Me acuesto y al momento otra, espero dos ó tres contracciones más y despierto a Paul y Maya.- Paul creo que estoy empezando - le digo.
Paul viste a Maya y nos vamos a la clínica. Bueno cruzamos la calle. La puerta está cerrada. Llamamos al interfono y una voz femenina nos responde. Creo que es la misma que nos atendió el teléfono la pasada noche. Preguntamos por la matrona Helen. Entramos y esperamos en la salita, enseguida sale Helen a recogernos y nos lleva al paritorio.
Le explico lo de las contracciones y el sangrado. Dice que es normal.
Me pone el monitor. - Si, en efecto algo ha empezado - dice tranquila.
- ¿Qué sientes, cuéntame? - Helen me hace algunas preguntas y de repente tengo otra contracción que hace que me doble y respire más fuerte.
Maya que está en estado de sueño se ha quedado entre la puerta y la bañera. Se asusta un poco y le dice a Paul que se quiere marchar con los abuelos. Hacía unos minutos que quería quedarse con nosotros pero al ver lo que se avecinaba ha cambiado de opinión rápidamente.
En el momento en el que Maya se ha ido empiezo a tener mal cuerpo Helen dice que esa es otra señal de que estoy de parto. Me trae una sabana absorbente y vomito. Me mira y me dice: -Si, ya hemos empezado.
Me tumbo en la cama para que me mire y tengo otra contracción. Ya son muy seguidas. Estoy dilatada de cuatro centímetros dice Helen enseñándome los dedos índice y corazón abiertos. Se los mira: -Si son cuatro centímetros.
- ¿Prefieres ir a tu habitación y esperar?
- Estoy cómoda en el paritorio le respondo, prefiero quedarme aquí. En la cama no me encuentro a gusto es muy alta. Me gusta el paritorio, con la pelota de goma.
El cuadro de Buda me tranquiliza y también el mandala. De repente empiezo a tiritar tengo mucho frio estoy sentada en la mecedora. Helen me trae unas toallas grandes, me envuelve con ellas. Entro en calor.
Viene Paul, solo, menos mal, no sé porque pero no quiero que esté Vicenta. Con Paul estoy a gusto, no me agobia, me deja, me mima, atiende mis necesidades.
Ha puesto las velas alrededor de la bañera. Enciende también la vela que me regaló Cristina más cerca de mí, al lado de la mecedora. Intento poner música pero no encueto el botón del play. Esta acción es demasiado terrenal para llevarla a cabo.
Voy de viaje hacia el interior, hacia el lado más primitivo de mi ser, para traer al mundo a mi hijo.
Otra contracción, van siendo llevaderas, respiro profundo desde el abdomen, pausadamente. Por el momento no utilizó la respiración rápida del pecho.
La sensación de necesitar al baño para hacer pis es continua y a veces caca. Cuando intento empujar me provoco contracciones. Me da miedo empujar.
Me duele.
Helen viene cada media hora más o menos.
Nos enciende la música, una música tranquila hemos elegido uno de los CDs que había en una tarrina se titula "música para el parto".
Helen me mira a la cara, me ve bien, dice. Siempre con su optimismo y su tranquilidad.
Antes de volverse a marchar nos dice que estará en el piso de abajo por si necesitamos algo.
Pasan las horas, las contracciones son más fuertes. Me muevo llevada por el trance, balanceándome de un lado a otro, tengo los ojos cerrados y mucho sueño.
Las endorfinas están trabajando a tope.
Paul ha bajado la intensidad de la luz, me molestaba mucho. Ha encontrado la manera de bajarla con el interruptor. Ahora está bajita me siento como dentro del propio útero.
Sentada en la mecedora, la llama de la vela me deslumbra por el rabillo del ojo izquierdo.
-Paul por favor quítame la vela no veo- le digo. La coloca en otro sitio cerca de las otras.
-Paul tengo frio- me pone la toalla.
-Paul tengo sed- me da de beber.
-Paul me duelen los riñones- me da un masaje.
-Paul que calor- me pasa un paño húmedo con agua fría por la frente.
Llevamos así cuatro horas, ya tengo ganas de acabar.
Le digo a Helen que tengo sueño, que quiero acabar ya.
Ella me escucha paciente y me dice: -Ya estamos cerca, te veo bien.
Me alienta a sentarme en la bola verde. -Cuando tengas otra contracción te mueves sobre ella, esto alivia mucho- dice.
Hago lo que me dice y me siento en la bola. Le pone una sabana absorbente.
Esto me tranquiliza, llevaba pensando un rato sobre si la bola la utilizaban muchas mujeres y se mojaba con los fluidos además de estar por el suelo, puede que hubiese algún riesgo de infección para el bebé.
Resuelvo no pensar en eso, mejor siento lo que está pasando, me observo estoy dentro del trance.
Helen se va de nuevo. Justo viene otra contracción fuertísima, grito, como duele, respiro profundo, roto en la bola, que alivio.
Va a menos, me deja rendida.
Paul está detrás sentado detrás de mí poniéndome y quitándome la toalla. Mojándome la frente, dándome de beber. Su cara expresa cansancio.
Ahora estoy sentada en la cama. No me gusta mucho pero es un sitio diferente, pruebo todos los espacios del paritorio para ver donde encuentro más alivio. Busco continuamente mi sitio.
Oigo unos tacones. ¡Mi madre! – pienso.
Llevaba rato pensando en que cualquier momento aparecería, la conozco bien.
No quería que estuviese por aquí. Así lo sentía.
Entra y le digo:
-¡Mama, quítate los zapatos!
Tengo los ojos cerrados y no consigo abrirlos. Cuando logro abrirlos le veo la cara y le digo: -Mama vete, no me mires así, estoy bien-.
Su cara refleja una angustia que yo no siento. No puedo estar con alguien que tiene esa cara.
Le repito: - por favor mamá vete.
Helen se acerca a ella y le habla cariñosamente. –Mira ve a descansar y luego te llamamos. Pilar está bien.
Logra convencerla y se marcha.
Por un momento dudo que lo haga, conozco a mi madre y si se pone cabezona no se va. Pero se lo he pedido.
(Mientras escribo esto me da la risa al recordar la cara de mi madre. Maya está cerca en la cama mirando un libro, me pregunta de que me rio y se lo explico. Muy seria me dice: -La Vicenta vino llorando donde estábamos el abuelo y yo esa noche y se le caían las lágrimas).
En el momento que Vicenta se va me quedo más tranquila. Creo que el trabajo va a avanzar más rápido.
Y así es las contracciones van viniendo. Helen dice que cuando sienta que quiera empujar lo haga aunque ella no este.
Me siento en la bola ya es el único sitio donde me encuentro cómoda y cuando tengo una contracción intento empujar un poco, no tengo miedo.
Paul tiene cara de agotado, la música se ha parado hace rato y no ponemos más, el silencio nos anuncia el fin próximo.
Helen viene con María, la auxiliar, cuando la veo, siento que es una intrusa en el parto.
Helen me la presenta y otra contracción viene.
(María nos hizo las fotos durante el parto, gracias a ella tenemos fotos).
Helen y María estuvieron con nosotros un ratito, su presencia era tranquilizadora.
Helen dice que esperaríamos un poco más para llenar la bañera cuando estuviéramos más cerca para no parar el proceso de dilatación. El agua caliente ayuda a relajar los músculos hace las veces de epidural pero entrar demasiado pronto puede hacer que la dilatación se pare.
Nos dejan solos otra vez.
Sentada en la bola con Paul al lado, los movimientos son rítmicos, con un balanceo hacia delante y hacia atrás. La respiración profunda, inspiro y lleno el abdomen cuando espiro lanzo un aaah!! De placer. Realmente parece que estoy haciendo el amor.
1, 2, 3,4 contracciones más y aparecen Helen y María. Helen me hace un tacto, ya estoy dilatada de 8 centímetros. ¡Urra!. Vamos a llenar la bañera, tardara unos minutos.
Muy bien Pilar.- dice Helen.
Cuanto más duele y más fuertes son los alaridos de desesperación. Más me anima Helen. Y yo más me voy abriendo.
Paul también coge esa técnica. Me anima. ¡Vamos Pilar, muy bien!
Helen me ofrece “gas de la risa”. Por dos veces me lo ofrece después de que pase la contracción. Yo no quiero nada, sé que soy capaz.
Por fin la bañera está llena, poco a poco me acerco hacia ella, me resulta difícil caminar, el dolor de riñones es terrible.
Me ayudan a entrar en el agua. Esta calentita como a mí me gusta.
Entro en ella, ¡Qué gustazo!, me agacho y después me tumbo. Uff! Floto como nunca había flotado. Mis brazos, mis piernas se descoyuntan, se separan. Siento un gran alivio, no quiero moverme, me gustaría que este ratito durara mucho. Pero otra contracción dolorosa viene y me arranca del ensueño. Respiro, gimo y floto. Me ponen una almohadita en el cuello, ahora también me flota la cabeza, el agua entra en los oídos, se amortiguan los sonidos. Solo oigo mi respiración como puede oírla el bebé dentro mí.
Estoy sumergida me dejo ir.
Cuando abro los ojos Helen me está hablando, no la oigo. -¡No te oigo Helen!- le digo.
-¿Quieres empujar?- Me pregunta.
En la siguiente contracción lo intento, no puedo asirme a nada. Floto.
María me insta a ponerme transversal en la bañera. Así estoy mejor, puedo apoyar la espalda y las piernas. Intento empujar en esta posición en la siguiente contracción.
-¿Podríais avisar a mi madre? Le gustaría ver nacer a su nieto/a-
María la llama por teléfono y al momento está aquí.
Entra con otra cara, sufre pero menos. Se agobia con el calor mucho y se sale fuera. Al momento entra de nuevo.
Yo estoy centrada en empujar, en sentir.
Aprovecho las contracciones, grito, respiro, le pido a Paul que me dé la almohadilla del cuello para ponérmela en el culo.
Helen dice que nadie ha utilizado la almohadilla como silla.
Empujo, me doy cuenta que si grito no empujo lo suficiente.
Vuelvo a empujar hasta agotar mis fuerzas, no grito empujo, empujo…….y cuando ya no puedo más, aah! Un gemido sale de mis entrañas.
Me ofrecen la silla de partos es como una banqueta bajita y hueca abierta por delante.
Ya casi no puedo parar de empujar. Me siento en la silla, me agarro con fuerza y empujo. Estamos en silencio. Me relajo.
Siempre en silencio cojo aire profundamente, oxigeno al bebé lo visualizo, empujo hasta el final, renuevo el aire y vuelvo a empujar cuando ya no puedo más -aaah!- Grito. Me libera este “ah” profundo. Sale de muy dentro.
El bebé no sale, pienso que no puedo que no voy a ser capaz pero no lo digo.
Helen está sentada delante de mí. Paul y Vicenta detrás. Todos fuera de la bañera. Todos conteniendo la respiración.
Helen pone una linterna y un espejo debajo de mí, en el agua. Yo no veo nada.
Hay una pequeña pausa unos minutos sin contracciones, como si mi cuerpo se tomara un respiro antes de empezar con la recta final. Durante estos momentos me da tiempo a mirar a mis acompañantes y a decir algo que no recuerdo.
Helen me mira la cara. La barriga la tengo de punta increíblemente baja. Le digo al bebé que salga, lo animo. –vamos bebé sal ya-.
No sé si cuando cojo aire con el abdomen viene una contracción ó si viene la contracción y cojo aire.
El silencio es total. Cojo aire profundo y en silencio empujo, me concentro.
Le toco la cabecita que alegría llego perfectamente en esta posición sentada.
Helen dice que si prefiero salir para empujar mejor. Le digo que no puedo moverme mejor me quedo en el agua. Me gusta.
Otra vez en un estado de concentración total, aislada de lo que me rodea, solo puedo oír a Helen. –quema Pilar, ya sé, empuja un poco más, muy bien-.
Me paro por un momento y siento subir al bebé, le sigo tocando la cabeza. Está en el canal encajado.
Lo intento otra vez, está va a ser la buena, pienso, no quiero empezar a empujar de nuevo por que duele. Una vez he empezado traspaso una barrera donde no hay dolor solo quema me arde la vagina.
Me quemo, pero sigo no paro, no voy a parar ya, ya siento que sale la cabeza.
Helen dice que tiene el cordón en el cuello, se lo intenta quitar con la mano pero no puede.
Dice que lo tiene que cortar.
Me recuesta hacia atrás para ver mejor. Yo esto sentada con el agua por la cintura y ella está con la cabeza casi metida en el agua, lo hace todo mirando en el espejo. Es increíble.
Estoy tranquila, cuando va a cortar siento algo en el clítoris que me toca y le digo.- Helen que me cortas a mí-.
Ya lo ha cortado ha sido muy rápida, siento que el bebé rota dentro de mí y sale, me duele me incorporo y en un movimiento incontrolado intento morderle el hombro a Helen.
5:45 h. Ya está aquí Helen me entrega a mi bebe me lo pongo en contacto con mi pecho, tiene un tacto graso, está cubierto de cérvix le ponen una toalla encima.
Le digo. – Que Dios te bendiga pequeño.
Hace un ruidito, como si tuviera algo en la garganta. – Vamos, dale pequeño-. Le digo-
Helen frota la espalda, está calentito. Noto que algo le cuelga y pienso que es un niño.
Pasa un rato sin saber lo que es un rato de a sexualidad. Vicenta pregunta -¿Pero qué es?
Le damos la vuelta……una niña. ¡Qué sorpresa¡
-¿Como la llamareis?- pregunta María.
- Adda, Laica.- Le decimos-. Todavía no lo sabemos.
Helen dice que el cordón es muy largo, que la niña llevaba dos vueltas al cuello y que era muy difícil quitarlas, estaban muy apretadas.
Después veo que se está enrollando el cordón en la mano como una cuerda y siento que tira un poco. Dice que me va a sacar la placenta. Está suelta Helen va tirando poco a poco y yo la ayudo empujando, no tarda mucho en salir.
Es una sensación extraña, siento que se desprende y me pregunto si es necesario lo que está haciendo o tendría que ser de una manera más natural el desprendimiento y expulsión de la placenta. De todos modos le digo que espere que la ayudo empujando y así una tirando y otra empujando la placenta sale.
Toco el cordón es suave y me da la sensación de que está lleno como si tuviera líquido en su interior. La placenta es oscura como sangre coagulada. Estoy tocándola pero Helen se la lleva y dice que luego me la enseñará.
Paul ha cogido a su hija en brazos. La mira y sonríe su cara refleja felicidad plena.
.
Helen está soltando el agua de la bañera y limpiándola un poco, le digo que la limpie pronto antes de que Maya vea la sangre.
Papa y Maya llegan enseguida. Cuando la veo me sube una increíble oleada de ternura.
-Mira Maya ya está aquí- le digo.
- ¿Me das un beso?- Pobrecita está cansada y un tanto extrañada por todo lo que está sucediendo. Pero tiene una sonrisa dibujada en su carita.
Es una chica, no recuerdo quien se lo dijo, yo no me atrevía, ella prefería un hermano.
Mi padre también sonríe feliz, se acerca a darme un beso y lo noto un poco abrumado, ya sé, estoy totalmente desnuda.
Me ayudan a salir de la bañera y justo al salir cae a suelo un montón de sangre como un gran coagulo. Maya está justo enfrente lo ha visto pero no se ha asustado me mira y sonríe.
Nos ponemos todos juntos y María nos hace una foto. Helen me apremia para que me tumbe en la cama y me recueste sobre los cojines.
Mientras se lleva a Adda a la mesita que hay al lado de la cama y le pone la luz roja.
El pediatra también hace su aparición, es cubano, la ausculta sigue haciendo un ruidito a rítmico al respirar. El pediatra la mira y le pone el tubo de oxigeno enfrente de la carita, así parece que respira mejor. Mientras a mi me están cosiendo el pequeño desgarro que me he hecho a la entrada de la vagina. Desde mi posición veo a Adda y también al muchacho que me está cosiendo. Toda mi familia se ha salido fuera.
Veo que le van a aspirar a Adda con la goma la tráquea, no es una práctica que utilicen mucho aquí por lo que empiezo a preocuparme un poco más. Miro a Helen y a ella también la veo tensa.
Hasta el momento el ruidito de Adda no me parecía de importancia tengo plena confianza en Helen, en mi y Adda. Pienso en lo que podría hacer yo para ayudarla, claro darle de mamar. Justo en ese preciso instante el pediatra se vuelve hacia a mí y me insta a ponérmela al pecho. La tumbamos a mi derecha, las dos estamos desnudas, noto que se calma al sentir mi calor, hasta entonces ha estado llorando. Intento darle el pecho, tarda un poco en engancharse, la respiración arrítmica no la deja y cuando por fin lo hace, como por arte de magia, empieza a respirar con el ritmo tan esperado. El ambiente se torna calmo y poco a poco van desapareciendo todo el personal dejando paso a mi familia. Después ellos también se retiran a descansar ha sido una larga noche para todos.
Mi madre está conmigo sentada en la mecedora, su cara nada tiene que ver con la de hace unas horas.
Hablamos, confesándonos mutuamente nuestros sentires y emociones vividos durante este tiempo.
Callamos.
Les agradezco profundamente que sean mis padres y todo lo que han hecho por mí sobre todo en estos momentos tan intensos e irrepetibles.
Mando un único mensaje primero mentalmente confirmándolo con el móvil para transmitir a distancia la buena nueva. Todavía es temprano va a ser la primera en enterarse es para Son del alma mía.
Son las 9:00 y Vicenta va a llamar a María para decirle que nos vamos a la habitación.
Aparece María con una silla de ruedas, dudo en subirme a ella pero al incorporarme me encuentro un poco mareada.
Cuando entro en la habitación Paul y Maya están en la cama durmiendo.
Me enternece mucho verlos. Desde este momento empieza para todos una nueva fase en nuestras vidas. El vínculo Maya-Paul se estrecha. Adda empieza a conocer el mundo por Mama y a partir de aquí este vínculo crecerá como ondas en el agua tras caer en ella una hoja.
“El corazón de una madre se multiplica con cada hijo que nace”
Dra. Françoise Dolto.
FIN
LA ODISEA DE ADDA
Jueves 29 de marzo.
Algunas de las chicas del grupo de madres y sus hijas vinieron a visitarnos. Nos venían a desear suerte, la fecha del parto estaba próxima, el día 10 de abril salía de cuentas. Desplazarme hasta Cuenca a las reuniones del grupo con la voluminosa barriga que lucía entonces se me hacia pesado, así que esta fue la última vez que nos vimos hasta después del parto.
Mientras las esperaba preparé unos pasteles de verdura en la estufa para la comida.
Vinieron Jimena con Marta y María y Cris con Luz. Mar y Alba se tuvieron que volver desde Almodóvar del Pinar porque por la tarde Mar trabajaba y no le daba tiempo a llegar hasta aquí.
Trajeron unos regalos. Entre ellos una vela que encenderíamos todas cuando alguna necesitara la fuerza del grupo. Una vela naranja redonda como nuestros úteros. Cristina las había regalado el lunes en la reunión para celebrar el primer aniversario del grupo junto con un dibujo precioso y una carta que leí después de que se marcharan. Su lectura me enterneció muchísimo.
Conversamos largo y tendido sobre nuestras experiencias de parto y crianza de nuestras hijas.
Su visita significa mucho para mí. Presagio de que el momento se encontraba próximo. Aunque en esos instantes no supiéramos que se encontraba, tan cerca.
Pasamos una tarde estupenda con las niñas. Bajamos a la puerta de las moreras para admirar la primavera recién estrenada. Las niñas pedían parque y también allí fuimos. Me entristecía separarme de ellas, nos despedimos con los mejores deseo para un buen parto y el agradecimiento inmenso por el esfuerzo de desplazarse hasta aquí con toda la prole. Me sentía arropada por su visita.
Cuando entre en casa me di cuenta de lo realmente cansada que me sentía.
Al llegar la noche cené un vaso de leche con cola cao y unas galletas, no tenía demasiado apetito. Después de acostar a Maya y cantarle una nana “Al lomo del aire… de Lole y Manuel”, una de sus canciones favoritas desde pequeñita, me senté a escuchar al bebé con el fonendo. Enseguida encontré las pulsaciones de su corazoncito. Todo estaba bien latía a buen ritmo a unas 120 pulsaciones por minuto.
Entonces sonó el teléfono, era Jimena ya habían llegado a Cuenca, las niñas ya estaban en la cama. A ella también la noté cansada.
Volví al sillón a seguir con la audición y de repente sentí bajar algo dentro de mi vagina, como un borbotón de algo caliente. Metí la mano por el pantalón y la saqué llenita de sangre, me levanté de un salto y me fui hacia el baño dejando a mi paso un reguero de sangre. ¡Hay Paul, hay Paul!, ¿qué está pasando? .Nos pusimos muy nerviosos. Mi cuerpo temblaba y sentía frio. Enseguida llamé a Acuario y hable con Rachel, me aconsejo acercarme al hospital más cercano.
Empecé a preparar el bolso, no sabía que llevar al hospital andaba de un lado para el otro sin saber qué hacer, en el bolso lo único que recuerdo meter son los libros que quería me acompañaran en el caso que me quedara ingresada y la bolsa de aseo.
Miraba el bolsito que había preparado para el bebé y no quería cogerlo me resistía a pensar en la posibilidad de quedarme en Cuenca para su nacimiento. Algo paso por mi mente en ese instante, que me hizo dejar el bolsito, porque mi hijo no iba a nacer allí. Todavía no había llegado el momento.
Llamamos a mis padres y en unos minutos se presentaron en casa. Al llegar vieron toda la sangre y se asustaron tanto que todos estaban decididos a ir conmigo a Cuenca sin darnos cuenta de que alguien se tenía que quedar con Maya. Al final se quedó el abuelo.
De camino a Cuenca llamé a Juana, que es matrona además es una buena amiga. Le consulto sobre el embarazo constantemente. Me dijo que fuera tumbada en el coche y que depende si la sangre provenía de la placenta o del cuello del útero seria más o menos grave. En Cuenca me dirían algo más concreto pero que ante todo me mantuviera tranquila. Hablar con ella me tranquilizó mucho, tiene ese don.
Un poco menos asustada vigilaba los movimientos del bebé. -¡Muévete pequeño, por favor!-le decía mientras le daba empujoncitos con los dedos para estimularlo. Se movió un poquito y se lo agradecí de corazón. La tímida respuesta me tranquilizó aun más.
Llegamos a Cuenca tras un viaje en silencio, se pasó en un suspiro al contrario que pasa el tiempo en los malos momentos.
Cuando llegamos a urgencias me tomaron los datos y me acompañaron a la sala de monitores. Paul y mi madre se quedaron esperando en el otro lado de las puertas.
Allí había un ginecólogo, dos matronas y una auxiliar.
Enseguida me hicieron un tacto (revisión interna) que me dolió un tanto. Les pedí que lo hicieran despacito porque tenía entendido que el toquiteo puede desencadenar el parto. Y eso no queríamos que pasara porque albergábamos la posibilidad de recibir el alta si no era muy importante lo de la hemorragia.
-El bebé esta alto- dijo el ginecólogo –no hay dilatación.
Terminado esto y después de ponerme de nuevo las bragas y el pantalón, pasamos a las preguntas
-¿Por qué no has venido a monitores?- Me pregunta el ginecólogo en tono acusador.
- Me molestaba mucho conducir con la barriga- Mentí, decidí no someterme a estas pruebas rutinarias creo que no son necesarias.
-¿Dónde está el historial?, no tenemos nada tuyo aquí- pregunta otra vez el ginecólogo.
-Se me olvido- Aquí no mentí. No me acordé de llevar nada de papeles, ecografías, analíticas ni siquiera la cartillita rosa del control del embarazo.
En este punto se respiraba en el ambiente un aire de desconfianza.
Me llevan al monitor mientras me lo colocan una auxiliar le comenta a la matrona, que si los niños de cesárea no se los llevan a la madre hasta el día siguiente...a lo que esta le responde que no, con cara de darlo por hecho. Este comentario me hubiera dado igual a no ser porque me miraban fijamente mientras lo hacían. Algo en sus palabras me a hacía sentir muy mal. No sabría explicarlo solo eran percepciones.
Me toman una muestra de sangre para una analítica y cuando me van a coger la vía les pido por favor que no me la cojan sino es necesario, les explico que la última vez me hicieron mucho daño y sufrí las consecuencias durante varias semanas.
Al oír mi oposición, ginecólogo, matronas, auxiliares se acercan a la cama donde me encontraba y me intentan convencer dándome argumentos que a mi parecer no eran convincentes en absoluto como “por si acaso…”, “y si…”, etc. Y yo seguía sin ceder. Paul que estaba a un par de metros, detrás de una puerta al oír la discusión entra con cara de mosqueo.- ¿qué pasa? –
Cuando entra le explico lo que pasa.
Paul me aconseja que me deje poner la vía “por si” hay algún problema, está un tanto asustado por lo que está ocurriendo, al igual que yo.
Termina el monitor , el bebé está bien. No hay signos de contracciones. Me pasan a otra habitación, donde hay un póster de Alarcón, el ginecólogo me hace una ecografía el bebé está alto todavía y dice que tengo la placenta previa. Pero bueno si no la he tenido durante todo el embarazo, ¿cómo es posible? Nos señala en el ecógrafo la placenta, Paul me mira y nos quedamos igual, no vemos nada, no estamos familiarizados con estas imágenes.
Me llevan a la habitación. Prohibición total de moverme bajo ningún concepto, ni comer, ni beber ni siquiera agua. Esto me enoja, ¿Cómo que ni agua? Tengo sed. Mi madre les da la razón y medio me enfado con ella por no ser lógica, en la habitación hace mucho calor la calefacción está muy alta hemos tenido que abrir las ventanas. Esto determina que en vez de que mi madre se quede conmigo lo haga Paul. Ella se resiste a volverse a Alarcón no quiere dejarme pero se marea mucho con esta temperatura, no lo puede aguantar.
Cuando se marcha nos acostamos Paul en el sillón del acompañante y yo en la cama. Pero no queremos estar separados así que juntamos el sillón junto a la cama para estar muy cerca el uno del otro. Pensamos que si todo va bien mañana nos mandaran para casa.
4:00 h. de la madrugada. Tengo una contracción muy fuerte que hace me doble en la cama despertando a Paul. Cuando empieza a disminuir la intensidad, siento como un fluido tibio se escapa entre mis piernas. El primer pensamiento es de ¡más sangre no! Me incorporo me da miedo mirar. Miro y es agua clara, ¡limpia! con algún tono rosa. Cuando nació Maya me rompieron la bolsa así que esta sensación era desconocida para mí.
¡Mierda Paul! Creo que he roto aguas. Ya no nos vamos esto ya está empezando.
Voy al control:
-He roto aguas- les digo.-
-¿Pues qué haces aquí? , metete en la cama- dice la del control
Me voy a la habitación un tanto sorprendida, la forma seca de decírmelo me deja fría. Le digo a Paul que se venga al baño conmigo, voy a lavarme un poco para quitarme la sangre seca que llevo por las piernas desde que vine de casa. Ahí podemos hablar sin molestar a los de la cama de al lado que tienen un bebé.
Ya en el baño me abrazo a Paul. – creo que este es el único baño que voy a tener para dar a luz. Adiós a Acuario.
Llaman a la puerta del baño, abro, un celador y dos enfermeras,- No te hemos dicho que te quedes en la cama, ¿pues qué haces ahí?-
Les explico lo de la sangre e intento disculparme, me siento como una niña me reprochan mi inconsciencia de lavarme.
Me llevan a monitores otra vez. Paul se queda fuera. Le pido que mande un mensaje a Gimena para que encienda la vela.
Nada más pasar las puertas que separan la zona PROHIBIDA de la zona común un terrible olor a tabaco me sorprende. Proviene de la salita de las matronas. No le doy importancia dadas las circunstancias y porque son las 4:00 de la mañana.
Al llegar a monitores la matrona Inés en su tono habitual, suave pero autoritario me dice-
¿Cómo no estabas en la cama?-
Le digo que por pudor he aprovechado para lavarme la sangre seca que traía de casa porque si me voy a quedar aquí quiero estar limpia. Me reprocha que lo hiciera. Como si yo no supiera que es lo que puedo o no hacer.
Me preguntan por los resultados del cultivo del exudado vaginal que me hicieron justo el lunes en Motilla. Se supone que esta prueba te la realizan cuando vienes a monitores. Les digo que posiblemente esté en micro (lenguaje de hospital). Miran en la base de datos y no lo encuentran. Bueno deciden por unanimidad que para mayor seguridad me van a poner en vena un antibiótico cada cuatro horas. No me gusta la idea pero tampoco me resisto. Si me voy a quedar aquí….
La matrona se acerca a mí con su voz dulce y me explica que me va a poner el goteo con el antibiótico, como si no lo hubiera oído, otra vez me siento infantil me habla como si quisiera convencerme de que me comiera la comida si no, no podré salir a jugar.
Mientras estoy con el monitor y el antibiótico intento hablar con ellas, entablar un vínculo, ya que veo que me van a atender en mi parto, me gustaría estar a gusto y confiar un mínimo en estas mujeres. Pero hay algo, no sé el que, que me hacer sentir estúpida, quizás es mi sumisión.
Cuando me quedo sola escucho a alguien detrás del biombo, roncando, es un hombre, creo que es el ginecólogo.
Al cabo de un rato cuando pasa por allí la matrona Inés a revisar el ecógrafo sin mirarme siquiera , le pido que deje entrar a Paul, lleva más de media hora esperando y no sabe nada solo está a un par de metros de donde estoy. Esta me hace un comentario un tanto sarcástico - ¿y este? ¿Que ha venido, para defenderte?- “Este comentario” me deja sin palabras.
Le pido con lagrimas en los ojos que deje pasar a Paul, dice que ya ha intentado entrar dos veces y me pregunta -¿porque él puede pasar y los demás marido no? Le respondo – porque aquí no hay ninguna otra mujer y prefiero estar con él antes que con el que hay detrás del biombo. A esto le sigue una conversación estúpida donde cuestiona los ronquidos que estoy oyendo. En esas que se oye un fuerte ronquido y la miro como que hay tiene la evidencia.
Por fin, deja pasar a Paul. Siento una alegría infinita al verlo. Le digo que no creo que sea capaz de parir aquí, no me siento bien con esta gente.
Porque como dice Michel Odent en su libro Nacimiento Renacido:- Se tendría que parir en el mismo lugar donde haríamos el amor -
Me devuelve a la habitación el mismo celador, ni me habla, ni me mira.
Me siento fatal. Lloro y lloro, me empiezo a perder en lo que creo que es injusto. A cuestionarme el valor de la ignorancia en estos momentos ¿Para qué me ha servido estudiar todo lo relativo al parto? ¡Si aquí no voy a poder hacer uso del conocimiento! Hubiera sido más fácil dejarme hacer sin preguntar, sin cuestionar, como miles de mujeres ¡se dejan! todos los días. Me siento estúpida por no tener el valor de imponer mi voluntad ó por lo menos defender mis ideas. Estoy débil, mi sumisión me crea impotencia. Mi impotencia me deja sumisa.
-Paul, me rindo. Solo quiero que esto acabe pronto, que me abran que me saquen al bebé, me da igual no tengo fuerzas para luchar contra ellos.- Le digo desconsolada.
Hablamos en ingles, menos mal porque los vecinos de la cama de al lado lo tienen que estar flipando. De esta manera mantenemos nuestra intimidad.
En un momento lo veo, voy a llamar a Acuario, no puedo quedarme aquí sin hacer nada, voy a pedir consejo.
Voy al baño común del pasillo y me escondo como una furtiva. Paul me espera en la puerta.
Se supone que no puedo moverme de la cama.
Llamo con decisión.
Me ponen con María la auxiliar de partos.
Se le corta el teléfono continuamente, se le queda sin batería. Me pide mi número y en cuanto tenga un momento me llamará.
Volvemos a la habitación, tenemos otra cuestión que resolver, si nos fuéramos, no tenemos coche Vicenta se lo llevó anoche para volver a casa. Decidimos mirar cuánto cuesta un taxi de Cuenca a Alicante. Si cuesta mucho nos quedamos.
Pasa el rato y María no me llama, creo que le he dado mal el teléfono, me escapo al baño y vuelvo a llamar.
Me ha visto salir la del control pero me da igual.
Esta vez hablo con Rachel, cuando empiezo a contarle la situación, me tiene que dejar, tiene dos partos. Cuando tenga un momento promete llamarme.
Me pongo a buscar el número de radio taxi. Lo consigo, llamo y no responde nadie.
Me empiezo a hundir ya no estoy segura de querer irme. Ya no estoy segura de nada.
Cuando salgo de baño Paul está esperando, dice que una de las chicas del control se le ha acercado muy enfadada con nosotros, lo ha llamado irresponsable, por dejarme salir de la cama y poner en peligro la vida de su hijo y la mía.
Volvemos a la habitación ya estoy más tranquila, por lo menos lo hemos intentado, esto nos ayuda a dormir un ratito.
De repente una enfermera entra en la habitación en la penumbra de un día que empieza a clarear y me pasa algo por la frente, supongo que es el termómetro. Paul también se despierta: -Pilar, vamos a llamar-.
Le digo que me rindo que hagan conmigo lo que quieran, que acabe lo antes posible y le intento convencer de que desista.
Él sigue insistiendo le doy el teléfono y se marcha.
Cuando regresa dice que el taxi cuesta 295€ cantidad que nos parece razonable en estas circunstancias. Ha hablado con Rachel. Le ha contado la situación, la bolsa rota con aguas transparentes, el bebé está alto y no tengo contracciones desde la que me dio a las cuatro de la madrugada, ahora son la 8:20 am aproximadamente. También le ha dicho que nuestro deseo es parir allí.
Ella no ve que sea una contrariedad lo de la bolsa rota puede estar hasta 48 h. sin líquido. Y que si las contracciones no han comenzado posiblemente el parto no se desencadene hasta esta tarde o mañana.
Bueno Paul – le digo- ahora haber como se lo decimos a esta gente.
Sale decidido de la habitación y cuando vuelve le acompaña una enfermera nueva que ha entrado de turno, esta parece más cariñosa que las anteriores.
Dice que el médico va a venir pronto.
Mientras Paul llama al taxi, quedamos con él a la 9:00h. en la puerta de urgencias.
Cuando llega el médico resulta ser el ginecólogo de la pasada noche.
Cuando lo veo me temo lo peor. Espero que nos monte el show pero tranquilamente me recuerda lo de la bolsa rota, la placenta previa, y me dice que si asumo los riesgos que adelante.
Antes de que salga de la habitación Paul le apremia para que se dé prisa en traernos el parte porque el taxi está al llegar. Nos miramos y nos echamos a reír.
Por mi cuerpo empieza a entrar un nerviosismo propio de una jovencita después de hacer alguna travesura.
Me visto en un periquete.
Mientras esperamos el “parte de alta voluntaria” la mujer de la cama de al lado me cuenta su experiencia muy parecida a la mía. Llego con la bolsa rota y estuvo así 14 horas en la cama sin moverse hasta que dio a luz y este es su segundo hijo.
En esta confesión vi mi presente y mi destino. Pensé que era una señal de esas que te llegan claras y con fuerza. Señal de haber tomado el buen camino.
Viene el ginecólogo con el parte de alta lo firmo y salimos con un cosquilleo en el estomago muy placentero. No sin antes coger unas sabanitas absorbente para no mojar el taxi, no paro de segregar liquido. Es un fluir constante.
Ando despacito, mojada, con la parte de arriba del pijama y sintiéndome muy enamorada de Paul.
Prefiero caminar hacia urgencias por el exterior que me dé el aire fresco de la mañana.
Respirar la libertad. Salir del recinto hospitalario cuanto antes.
Antes de llegar a urgencias aparece un taxi. Es el nuestro 15 min. Antes de la hora.
Nos montamos en el poniendo las sabanitas absorbentes y nos ponemos rumbo a una de las experiencias más bonitas de mi vida.
El viaje lo hacemos tranquilos, tumbada apoyando la cabeza en las rodillas de Paul compartiendo con él un zumito.
Hoy es 30 de marzo, hoy mi abuelo Juan cumpliría 87 años.
-Todavía no tenemos nombre para el bebé en el caso de que sea chico Paul- le digo- y si es chico me gustaría ponerle Juan.
Me llama Mamen, está en Cuenca nos dice que va a tener un chico acaba de salir de la ecografía, sabe que anoche fuimos al hospital y se sorprende de que vayamos camino de Alicante. También me llama Juana para ver que me han dicho en Cuenca, cuando le digo que voy en un taxi camino de Acuario se alegra mucho por mi valentía y me brinda todo su apoyo. Le explico lo que me han dicho en el hospital y como me encuentro. Me dice que esté tranquila que yo no “paro” hasta que empiece a caer la tarde o mañana. Me confiesa que anoche se asustó y que se temía lo peor. Que la sangre proviniera del útero.
Una de las razones de parir en Acuario se debe a que Juana no podría atender mi parto como lo hizo con Maya y no creo que encontrara mejores manos que las suyas en Cuenca, por eso nos decidimos por Acuario.
La llegada a Acuario.
11:30 am. Después de 2 horas y 50 minutos en el taxi llegamos a Acuario. Nos bajamos del taxi con una sonrisa de inmensa alegría por vernos aquí. Hace un día soleado, cálido. Acogedor, el mar se presiente cerca. El aroma a azahar nos embriaga.
El taxista nos dice – Vaya os vais de un hospital para venir a otro – a esto le respondemos
– cada uno va a parir donde le conviene, mire – dicho con un tono chistoso a lo que todos nos echamos a reír por la apariencia absurda de la situación. Pero que para Paul y para mi es de lo más normal.
Cuando entramos a Acuario respiramos tranquilos, por fin ya estamos aquí, ahora ya podemos parir tranquilos.
Entramos a la recepción y la mujer que hay al otro lado de la ventanilla nos pregunta y le decimos que venimos a ingresar, a lo que ella pregunta -¿para qué? - .
- Para parir – le digo.
(En Acuario hay 25 especialidades de medicina diferentes).
Nos sentamos en la salita que hay al lado del ascensor, la que precede a los paritorios a esperar a hacer el ingreso. Esto nos deja un poco fríos pues estamos de urgencia, aunque no se lo expresamos con estas palabras a la señora del mostrador.
Pasa Rachel por allí ,se que es ella porque la he visto en algún reportaje sobre la clínica , no dudo en abordarla - yo soy Pilar de Cuenca-.
-¡Bueno!- se alegra mucho de vernos allí y nos pregunta que si hemos tenido que luchar mucho para que me dejaran salir del hospital. Nos sentimos comprendidos, Rachel lleva muchos años aquí y seguro que ha visto historias parecidas a la nuestra.
También pasa por allí Mª Carmen la auxiliar que nos atendió en la primera visita a la clínica, cuando vinimos a conocerla era el día de mi cumpleaños. Nos atendió con mucho cariño, mientras estábamos sentados en el jardín nos explico cómo son los partos en Acuario, nos aclaró muchas dudas. Ella también se alegró mucho de vernos. Hace un par de días llamé a Acuario para hablar con alguien sobre un cultivo que me hizo la matrona de Motilla para ver si tenía el bichito. Por si la prueba me salía positiva y tenían que aplicarme antibiótico. Entonces también me atendió Mª Carmen y me dijo que con un par de ajos en la vagina durante unas horas es más que suficiente. La respuesta me dejó más que satisfecha.
Rachel va en buscar de Helen otra matrona. Helen es la que nos va a atender porque Rachel ya termina el turno. Cuando vuelven las dos les contamos que es lo que ha sucedido y lo que nos han dicho en Cuenca. También le digo que tengo una historia abierta aquí pero cuando se ponen a buscarla no la encuentran.
Nos vamos con Helen al paritorio a hacerme un monitor. Cuando entramos me siento muy cómoda, tranquila y feliz de estar allí. El paritorio es una estancia amplia pintada de naranja con una enorme bañera al lado izquierdo debajo de una ventana que da al jardín, todo es de madera a la derecha en el rincón hay una cama con forma de riñón con muchos cojines es como un gran trono de madera. Hay dos cuadros uno es un buda en la posición del loto y otro un mandala enorme. También hay una gran bola de goma verde, una mecedora al lado de un pequeño monitor, un banquito de madera como los de meditar y una especie de palancana con ruedas. Me siento en la mecedora y Helen me pone el monitor, no hay contracciones y tampoco hay dinámica de parto. Lo más importante es que el bebé está bien, su corazón late con normalidad.
Cuando aparece Mª Carmen nos dice que la historia estaba guardada en la sección de no embarazada.
Nos dejan solos en el paritorio y aprovechamos para ensoñar nuestro parto y a tomar conciencia de que merece la pena haber salido corriendo de un parto no deseado en Cuenca. Nos sentimos cómplices, un lazo muy fuerte nos une, nos prepara para lo que se avecina.
Antes de entrar al monitor he llamado a mis padres, me he salido a la calle para llamar. Respirar el aroma del mediterráneo me hace sentir firme en mi propósito. Mi madre está en mi casa recogiéndomela un poco. La he notado un poco nerviosa. Ya en el taxi le he dicho que veníamos para Benniarbeig y que nos veríamos aquí. No le he dado más detalles porque la conozco y lo que le diga de más le va a afectar demasiado.
Le he pedido las cosas que tenía preparadas y las que más ó menos creía que íbamos a necesitar. Sobre todo ropa limpia, llevo los pantalones mojados desde que salí de Cuenca como si me hubiera hecho pis y la camiseta del pijama de invierno.
A las 12:30 h. aprox. Terminamos el monitor, Helen entra de vez en cuando y nos hace preguntas para tener una idea aproximada de mi estado.
No tenemos los análisis, ni la ultima ecografía así que nos evalúa con preguntas concretas. Está tarde me los traerá Vicenta.
Pedro Enguix el obstetra nos va ha hacer una ecografía y un tacto después.
Cuando Pedro nos ve nos saluda de esa manera tan respetuosa y silenciosa que tiene, como lo hizo la última vez.
Vamos al ecógrafo y allí vemos que el bebé está bien, se mueve, la cabeza un poco alta y la placenta a lo contrario de lo que nos han dicho en Cuenca está arriba. ¡Nada de placenta previa!
A continuación pasamos al potro a hacer un tacto.
Cuando estoy tumbada Pedro posa su mano sobre mi vientre e inclina la cabeza y se queda en silencio. Siento como si estuviera pidiendo permiso para entrar. Con mucho cuidado introduce la mano en mí. Es increíble. Al tocar la cabeza del bebé me explica en qué situación está y la mueve hacia un lado hacia la posición donde debería ir poniéndose. Coge mi mano y la pone encima de mi vientre donde puedo palpar la cabecita con toda claridad, que sensación tan placentera. La llevamos juntos una vez más hacia el lado por donde tendría que entrar, encajarse y a partir de ahí aparecer las contracciones que iniciasen el trabajo de parto.
Pedro nos explica la situación y dice que probablemente nacería está noche ó mañana, que mejor si nace mañana porque así estaríamos más descansados para afrontar el parto. Así que nos aconseja dormir una buena siesta e ir a ver los patos que hay en el río que pasa por el pueblo. Y que para estimular las contracciones nos podía ayudar un orgasmo ó frotar los pezones para segregar oxitócina.
Pensé que sería buena idea dormir la siesta y hacer el amor.
También nos explica que tomar aceite de ricino ayuda a mover por dentro.
Cuando llega Rachel le comenta que sería aconsejable darme algo de homeopatía, al final decidimos que lo mejor será esperar. Así que Paul y yo nos salimos de la consulta no sabemos porque razón y los dejamos allí a los dos hablando. No nos dicen nada, nos dejan marchar. Siento que no quiero tomar nada, siento que soy libre de hacer lo que quisiera y ellos así me hacen sentir.
El parto es algo fisiológico no estoy enferma. Estoy segura de mi intuición. Confío en mi y en el bebe.
La bolsa solo llevaba rota 8 horas podíamos esperar incluso hasta las 48 horas.
Mari Carmen nos ha traído la comida a la cafetería, tenemos muchísima hambre no hemos tomado nada desde anoche.
La comida esta deliciosa. Cintas de pasta, ensalada y fruta.
Mientras llamamos a Josefa, la señora a la que habíamos reservado la casa para dentro de 10 días cuando se suponía salíamos de cuentas. No disponía de habitaciones para esta noche. Pensaba en alojarnos todos juntos por si Maya decide no venir al paritorio cuando dé a luz.
Decidimos pues quedarnos en la “casa de fisio”, que está justo al otro lado de la calle. Está también pertenece a la clínica pero es algo más barata.
Después de comer Mª Carmen nos la ha enseñado y aquí se ha despidió de nosotros, descansaba este fin de semana. Nos ha dicho que le hubiera gustado bañar a nuestro bebé por primera vez.
Cuando nos hemos quedado solos hemos sacado lo que llevamos en la mochila, que alegría cuando he visto mi camiseta de “lee nuestros labios sabemos elegir” del grupo feminista Ruda de Zaragoza que había escogido para la ocasión. Con los nervios de la pasada noche no me di cuenta de que la echaba a la mochila.
Me cambio y nos echamos a dormir, porque de hacer el amor nada, estamos muy cansados.
Consigo dormir durante una hora y media, más o menos, un sueño reparador. Me levanto pensando en Maya, mi pequeña. ¿Cómo estará llevando todo esto? He hablado con ella antes de que saliera de Alarcón, sonaba muy contenta. Hemos hablado mucho sobre este momento y nos ha acompañado siempre que hemos venido a Acuario. Le gusta mucho esto. Lo que no tiene claro es el acompañarme durante el parto dice que ver la placenta le da “yu yu”.
Le he encargado que me traiga el diario del embarazo. Seguro que no se olvida.
Voy al baño y vengo continuamente, tengo la sensación de hacerme caca constantemente.
Me pongo de cuclillas en el baño y hago fuerza.
En la habitación practico haciendo el movimiento del infinito de la danza del vientre, noto como el bebé serpentea en el movimiento. Siento alguna contracción flojita alguna un poco más intensa, pero llevadera. Cuando me duele me arrodillo en el suelo y apoyo los brazos y la cabeza en la cama, esto me alivia bastante.
Paul va tomando notas en un papel cada vez que tengo una contracción lo que duran y cada cuanto.
Maya nos llama por teléfono dice que ya ha comido y que están a 10 Km. Me enternece hablar con ella y ver que mi deseo de tenerla junto a nosotros en estos momentos se está cumpliendo. El destino se ha conjugado.
Pasa media hora y no llegan, no quiero llamar porque mi padre va solo en el coche y temo que le pase algo al coger el teléfono. Sus reflejos no son lo que eran.
Menos pienso en llamar a mi madre que va en el otro coche con Maya y ella también puede tener dificultad para coger el teléfono.
Siguen sin llamar y ya estamos preocupados ya tendrían que haber llegado, son las 17:00 h. y han salido a las 13:30 h.
Me decido a llamar.
Estamos llegando a Alicante –dice mi padre-
¡OH, se han equivocado¡ se han metido por la autovía del interior, como nos pasó a nosotros la primera vez que vinimos a Beniarberig.
Pobrecitos. Mi madre estará agotada de conducir tantas horas no está acostumbrada. Anoche no durmió mucho, llegó a casa a las 3:00 h. Y condujo de vuelta desde Cuenca bajo los efectos de las pastillas para dormir.
Para Maya también son muchas horas de coche, espero que no se les de la lata. Y mi padre y sus riñones, después de cinco horas de viaje va estar hecho polvo.
Decidimos ir a dar un paseo a visitar Beniarbeig y ver a los patos del rio, hace un día estupendo para pasear. Vamos a una tienda a comprarnos algo para merendar. Mientras paseamos vemos muchos niños, algunos con sus madres otros solos, me pregunto si habrán nacido aquí. Me parece un lujo poder vivir tan cerca de la Acuario para estas cosas.
Nos sentamos en un parque donde otras veces hemos visto jugar a la petanca. Disfrutamos el momento indagamos sobre lo que va a pasar. Rememoramos la noche anterior y nos regodeamos con los detalles. Nos sentimos libres y cómplices de nuestra jugada a la seguridad social.
Volvemos a la casa del fisio a esperar pero no llegan. Llaman por teléfono están muy cerquita a unos minutos, les informo como llegar.
Nos bajamos a la calle a esperar, mientras sigo teniendo contracciones cada 5 ó 10 minutos.
Esperare a que lleguen para ir a ver a Helen haber que me dice sobre las contracciones que estoy teniendo.
Estoy deseando ver a Maya y a mis padres, mis seres queridos, sentirme querida.
Ya los veo llegar se me saltan la lagrimas de la emoción.
Llega mi padre primero seguido de mi madre y Maya.
Mi madre viene toda nerviosa, mi padre disculpándose por el error.
Y Maya feliz, la veo más adulta aunque solo ha pasado unas horas desde que la dejé en la cama anoche. Mi niña. No les ha dado la lata, dice. Es muy consciente de lo que está pasando. Paul está muy contento de ver a su chica.
Nos subimos a la habitación y les cuento un poco lo que ha ido pasando.
Mi madre escucha y entiende nuestra huida aunque no la comparte pero no discute mi decisión.
Mi padre en su línea mira todo hasta la más pequeña cosa que hay en la habitación para no dejar translucir sus sentimientos más íntimos. Pero se le ve contento de vernos. Y este acto de venir hasta aquí para recibir a su nieto/a me dice mucho.
Nos vamos a Acuario y vemos a Helen. Le digo que estoy teniendo alguna contracción.
Vamos todos al paritorio a ponerme un monitor.
Como Helen no viene me lo pongo yo sola.
Es fácil busco el latido del bebe con los aparatos y ya está.
Cuando entra le dice a la chica que venía con ella- gracias ya se lo has puesto tu- La otra le responde que ella no me lo ha puesto. Helen vuelve a entrar y se me acerca - ¿Quién te lo ha puesto Pilar? – Le digo que he sido yo y se echa a reír. - Esto no me ha pasado nunca- dice.
Me mira y solo he dilatado un dedo 1 centímetro, todavía me queda.
Estoy tranquila, é intento transmitirle está tranquilidad a Vicenta.
Ella ve lo de parir con mucho sufrimiento, como algo muy doloroso y le da mucha pena que tenga que pasar por ahí.
Le explico cómo sería en estos momentos si estuviera en Cuenca y como sería además de los dolores estar allí parece que la comparación le va abriendo los ojos.
Poco a poco veo que se tranquiliza pero sobre todo percibo la gran confianza que tiene en mí. Me ve segura y me escucha con atención.
De vuelta a la habitación aprovechamos para llamar por teléfono a algunas de las casas rurales haber si hay alguna disponible para esta noche. Encontramos una “El Alquimista” Nos la dejan por 60€ la noche. Vamos hacia allí caminando. Es fácil de encontrar. De camino vemos los patos a Maya le gusta mucho mirarlos.
En el camino nos llama Ana y Javier no se creen que vayamos por ahí caminando mientras esperamos que el parto empiece.
Esta es una de las diferencias con un hospital convencional. Si me hubiera quedado en Cuenca todavía estaría tumbada en la cama desde anoche y a saber hasta cuándo.
A la vuelta de ver la casa, pasamos a cenar a un restaurante, pedimos varias cosas para picar.
Voy al baño a pintarme la raya del ojo me siento mejor así. Tengo la cara hinchada con manchas que me han ido saliendo en los últimos meses de embarazo y que estos días se han tornado de un tono más intenso. Estoy feliz de poder hacer lo que me apetece y de no sentirme como una enferma por tener que dar a luz.
En la mesa me da una contracción fuerte y al rato otra. Así que decido marcharme a la habitación. Necesito centrarme, quiero estar sola.
Paul me acompaña y se vuelve al restaurante otra vez.
Yo me meto en la cama e intento relajarme.
EL ALUMBRAMIENTO DE ADDA.
Son las 12:15 h. aproximadamente todos se han ido a la cama.
Llevo un rato que entre sueño y sueño tengo pequeñas contracciones. Duelen pero enseguida se pasan.
Tengo una fuerte que casi no me puedo bajar de la cama. Me arrodillo en el suelo y respiro gotea un poco de flujo con sangre. Espero no tener otra hemorragia. No sé si es normal que sangre.
Me acuesto y al momento otra, espero dos ó tres contracciones más y despierto a Paul y Maya.- Paul creo que estoy empezando - le digo.
Paul viste a Maya y nos vamos a la clínica. Bueno cruzamos la calle. La puerta está cerrada. Llamamos al interfono y una voz femenina nos responde. Creo que es la misma que nos atendió el teléfono la pasada noche. Preguntamos por la matrona Helen. Entramos y esperamos en la salita, enseguida sale Helen a recogernos y nos lleva al paritorio.
Le explico lo de las contracciones y el sangrado. Dice que es normal.
Me pone el monitor. - Si, en efecto algo ha empezado - dice tranquila.
- ¿Qué sientes, cuéntame? - Helen me hace algunas preguntas y de repente tengo otra contracción que hace que me doble y respire más fuerte.
Maya que está en estado de sueño se ha quedado entre la puerta y la bañera. Se asusta un poco y le dice a Paul que se quiere marchar con los abuelos. Hacía unos minutos que quería quedarse con nosotros pero al ver lo que se avecinaba ha cambiado de opinión rápidamente.
En el momento en el que Maya se ha ido empiezo a tener mal cuerpo Helen dice que esa es otra señal de que estoy de parto. Me trae una sabana absorbente y vomito. Me mira y me dice: -Si, ya hemos empezado.
Me tumbo en la cama para que me mire y tengo otra contracción. Ya son muy seguidas. Estoy dilatada de cuatro centímetros dice Helen enseñándome los dedos índice y corazón abiertos. Se los mira: -Si son cuatro centímetros.
- ¿Prefieres ir a tu habitación y esperar?
- Estoy cómoda en el paritorio le respondo, prefiero quedarme aquí. En la cama no me encuentro a gusto es muy alta. Me gusta el paritorio, con la pelota de goma.
El cuadro de Buda me tranquiliza y también el mandala. De repente empiezo a tiritar tengo mucho frio estoy sentada en la mecedora. Helen me trae unas toallas grandes, me envuelve con ellas. Entro en calor.
Viene Paul, solo, menos mal, no sé porque pero no quiero que esté Vicenta. Con Paul estoy a gusto, no me agobia, me deja, me mima, atiende mis necesidades.
Ha puesto las velas alrededor de la bañera. Enciende también la vela que me regaló Cristina más cerca de mí, al lado de la mecedora. Intento poner música pero no encueto el botón del play. Esta acción es demasiado terrenal para llevarla a cabo.
Voy de viaje hacia el interior, hacia el lado más primitivo de mi ser, para traer al mundo a mi hijo.
Otra contracción, van siendo llevaderas, respiro profundo desde el abdomen, pausadamente. Por el momento no utilizó la respiración rápida del pecho.
La sensación de necesitar al baño para hacer pis es continua y a veces caca. Cuando intento empujar me provoco contracciones. Me da miedo empujar.
Me duele.
Helen viene cada media hora más o menos.
Nos enciende la música, una música tranquila hemos elegido uno de los CDs que había en una tarrina se titula "música para el parto".
Helen me mira a la cara, me ve bien, dice. Siempre con su optimismo y su tranquilidad.
Antes de volverse a marchar nos dice que estará en el piso de abajo por si necesitamos algo.
Pasan las horas, las contracciones son más fuertes. Me muevo llevada por el trance, balanceándome de un lado a otro, tengo los ojos cerrados y mucho sueño.
Las endorfinas están trabajando a tope.
Paul ha bajado la intensidad de la luz, me molestaba mucho. Ha encontrado la manera de bajarla con el interruptor. Ahora está bajita me siento como dentro del propio útero.
Sentada en la mecedora, la llama de la vela me deslumbra por el rabillo del ojo izquierdo.
-Paul por favor quítame la vela no veo- le digo. La coloca en otro sitio cerca de las otras.
-Paul tengo frio- me pone la toalla.
-Paul tengo sed- me da de beber.
-Paul me duelen los riñones- me da un masaje.
-Paul que calor- me pasa un paño húmedo con agua fría por la frente.
Llevamos así cuatro horas, ya tengo ganas de acabar.
Le digo a Helen que tengo sueño, que quiero acabar ya.
Ella me escucha paciente y me dice: -Ya estamos cerca, te veo bien.
Me alienta a sentarme en la bola verde. -Cuando tengas otra contracción te mueves sobre ella, esto alivia mucho- dice.
Hago lo que me dice y me siento en la bola. Le pone una sabana absorbente.
Esto me tranquiliza, llevaba pensando un rato sobre si la bola la utilizaban muchas mujeres y se mojaba con los fluidos además de estar por el suelo, puede que hubiese algún riesgo de infección para el bebé.
Resuelvo no pensar en eso, mejor siento lo que está pasando, me observo estoy dentro del trance.
Helen se va de nuevo. Justo viene otra contracción fuertísima, grito, como duele, respiro profundo, roto en la bola, que alivio.
Va a menos, me deja rendida.
Paul está detrás sentado detrás de mí poniéndome y quitándome la toalla. Mojándome la frente, dándome de beber. Su cara expresa cansancio.
Ahora estoy sentada en la cama. No me gusta mucho pero es un sitio diferente, pruebo todos los espacios del paritorio para ver donde encuentro más alivio. Busco continuamente mi sitio.
Oigo unos tacones. ¡Mi madre! – pienso.
Llevaba rato pensando en que cualquier momento aparecería, la conozco bien.
No quería que estuviese por aquí. Así lo sentía.
Entra y le digo:
-¡Mama, quítate los zapatos!
Tengo los ojos cerrados y no consigo abrirlos. Cuando logro abrirlos le veo la cara y le digo: -Mama vete, no me mires así, estoy bien-.
Su cara refleja una angustia que yo no siento. No puedo estar con alguien que tiene esa cara.
Le repito: - por favor mamá vete.
Helen se acerca a ella y le habla cariñosamente. –Mira ve a descansar y luego te llamamos. Pilar está bien.
Logra convencerla y se marcha.
Por un momento dudo que lo haga, conozco a mi madre y si se pone cabezona no se va. Pero se lo he pedido.
(Mientras escribo esto me da la risa al recordar la cara de mi madre. Maya está cerca en la cama mirando un libro, me pregunta de que me rio y se lo explico. Muy seria me dice: -La Vicenta vino llorando donde estábamos el abuelo y yo esa noche y se le caían las lágrimas).
En el momento que Vicenta se va me quedo más tranquila. Creo que el trabajo va a avanzar más rápido.
Y así es las contracciones van viniendo. Helen dice que cuando sienta que quiera empujar lo haga aunque ella no este.
Me siento en la bola ya es el único sitio donde me encuentro cómoda y cuando tengo una contracción intento empujar un poco, no tengo miedo.
Paul tiene cara de agotado, la música se ha parado hace rato y no ponemos más, el silencio nos anuncia el fin próximo.
Helen viene con María, la auxiliar, cuando la veo, siento que es una intrusa en el parto.
Helen me la presenta y otra contracción viene.
(María nos hizo las fotos durante el parto, gracias a ella tenemos fotos).
Helen y María estuvieron con nosotros un ratito, su presencia era tranquilizadora.
Helen dice que esperaríamos un poco más para llenar la bañera cuando estuviéramos más cerca para no parar el proceso de dilatación. El agua caliente ayuda a relajar los músculos hace las veces de epidural pero entrar demasiado pronto puede hacer que la dilatación se pare.
Nos dejan solos otra vez.
Sentada en la bola con Paul al lado, los movimientos son rítmicos, con un balanceo hacia delante y hacia atrás. La respiración profunda, inspiro y lleno el abdomen cuando espiro lanzo un aaah!! De placer. Realmente parece que estoy haciendo el amor.
1, 2, 3,4 contracciones más y aparecen Helen y María. Helen me hace un tacto, ya estoy dilatada de 8 centímetros. ¡Urra!. Vamos a llenar la bañera, tardara unos minutos.
Muy bien Pilar.- dice Helen.
Cuanto más duele y más fuertes son los alaridos de desesperación. Más me anima Helen. Y yo más me voy abriendo.
Paul también coge esa técnica. Me anima. ¡Vamos Pilar, muy bien!
Helen me ofrece “gas de la risa”. Por dos veces me lo ofrece después de que pase la contracción. Yo no quiero nada, sé que soy capaz.
Por fin la bañera está llena, poco a poco me acerco hacia ella, me resulta difícil caminar, el dolor de riñones es terrible.
Me ayudan a entrar en el agua. Esta calentita como a mí me gusta.
Entro en ella, ¡Qué gustazo!, me agacho y después me tumbo. Uff! Floto como nunca había flotado. Mis brazos, mis piernas se descoyuntan, se separan. Siento un gran alivio, no quiero moverme, me gustaría que este ratito durara mucho. Pero otra contracción dolorosa viene y me arranca del ensueño. Respiro, gimo y floto. Me ponen una almohadita en el cuello, ahora también me flota la cabeza, el agua entra en los oídos, se amortiguan los sonidos. Solo oigo mi respiración como puede oírla el bebé dentro mí.
Estoy sumergida me dejo ir.
Cuando abro los ojos Helen me está hablando, no la oigo. -¡No te oigo Helen!- le digo.
-¿Quieres empujar?- Me pregunta.
En la siguiente contracción lo intento, no puedo asirme a nada. Floto.
María me insta a ponerme transversal en la bañera. Así estoy mejor, puedo apoyar la espalda y las piernas. Intento empujar en esta posición en la siguiente contracción.
-¿Podríais avisar a mi madre? Le gustaría ver nacer a su nieto/a-
María la llama por teléfono y al momento está aquí.
Entra con otra cara, sufre pero menos. Se agobia con el calor mucho y se sale fuera. Al momento entra de nuevo.
Yo estoy centrada en empujar, en sentir.
Aprovecho las contracciones, grito, respiro, le pido a Paul que me dé la almohadilla del cuello para ponérmela en el culo.
Helen dice que nadie ha utilizado la almohadilla como silla.
Empujo, me doy cuenta que si grito no empujo lo suficiente.
Vuelvo a empujar hasta agotar mis fuerzas, no grito empujo, empujo…….y cuando ya no puedo más, aah! Un gemido sale de mis entrañas.
Me ofrecen la silla de partos es como una banqueta bajita y hueca abierta por delante.
Ya casi no puedo parar de empujar. Me siento en la silla, me agarro con fuerza y empujo. Estamos en silencio. Me relajo.
Siempre en silencio cojo aire profundamente, oxigeno al bebé lo visualizo, empujo hasta el final, renuevo el aire y vuelvo a empujar cuando ya no puedo más -aaah!- Grito. Me libera este “ah” profundo. Sale de muy dentro.
El bebé no sale, pienso que no puedo que no voy a ser capaz pero no lo digo.
Helen está sentada delante de mí. Paul y Vicenta detrás. Todos fuera de la bañera. Todos conteniendo la respiración.
Helen pone una linterna y un espejo debajo de mí, en el agua. Yo no veo nada.
Hay una pequeña pausa unos minutos sin contracciones, como si mi cuerpo se tomara un respiro antes de empezar con la recta final. Durante estos momentos me da tiempo a mirar a mis acompañantes y a decir algo que no recuerdo.
Helen me mira la cara. La barriga la tengo de punta increíblemente baja. Le digo al bebé que salga, lo animo. –vamos bebé sal ya-.
No sé si cuando cojo aire con el abdomen viene una contracción ó si viene la contracción y cojo aire.
El silencio es total. Cojo aire profundo y en silencio empujo, me concentro.
Le toco la cabecita que alegría llego perfectamente en esta posición sentada.
Helen dice que si prefiero salir para empujar mejor. Le digo que no puedo moverme mejor me quedo en el agua. Me gusta.
Otra vez en un estado de concentración total, aislada de lo que me rodea, solo puedo oír a Helen. –quema Pilar, ya sé, empuja un poco más, muy bien-.
Me paro por un momento y siento subir al bebé, le sigo tocando la cabeza. Está en el canal encajado.
Lo intento otra vez, está va a ser la buena, pienso, no quiero empezar a empujar de nuevo por que duele. Una vez he empezado traspaso una barrera donde no hay dolor solo quema me arde la vagina.
Me quemo, pero sigo no paro, no voy a parar ya, ya siento que sale la cabeza.
Helen dice que tiene el cordón en el cuello, se lo intenta quitar con la mano pero no puede.
Dice que lo tiene que cortar.
Me recuesta hacia atrás para ver mejor. Yo esto sentada con el agua por la cintura y ella está con la cabeza casi metida en el agua, lo hace todo mirando en el espejo. Es increíble.
Estoy tranquila, cuando va a cortar siento algo en el clítoris que me toca y le digo.- Helen que me cortas a mí-.
Ya lo ha cortado ha sido muy rápida, siento que el bebé rota dentro de mí y sale, me duele me incorporo y en un movimiento incontrolado intento morderle el hombro a Helen.
5:45 h. Ya está aquí Helen me entrega a mi bebe me lo pongo en contacto con mi pecho, tiene un tacto graso, está cubierto de cérvix le ponen una toalla encima.
Le digo. – Que Dios te bendiga pequeño.
Hace un ruidito, como si tuviera algo en la garganta. – Vamos, dale pequeño-. Le digo-
Helen frota la espalda, está calentito. Noto que algo le cuelga y pienso que es un niño.
Pasa un rato sin saber lo que es un rato de a sexualidad. Vicenta pregunta -¿Pero qué es?
Le damos la vuelta……una niña. ¡Qué sorpresa¡
-¿Como la llamareis?- pregunta María.
- Adda, Laica.- Le decimos-. Todavía no lo sabemos.
Helen dice que el cordón es muy largo, que la niña llevaba dos vueltas al cuello y que era muy difícil quitarlas, estaban muy apretadas.
Después veo que se está enrollando el cordón en la mano como una cuerda y siento que tira un poco. Dice que me va a sacar la placenta. Está suelta Helen va tirando poco a poco y yo la ayudo empujando, no tarda mucho en salir.
Es una sensación extraña, siento que se desprende y me pregunto si es necesario lo que está haciendo o tendría que ser de una manera más natural el desprendimiento y expulsión de la placenta. De todos modos le digo que espere que la ayudo empujando y así una tirando y otra empujando la placenta sale.
Toco el cordón es suave y me da la sensación de que está lleno como si tuviera líquido en su interior. La placenta es oscura como sangre coagulada. Estoy tocándola pero Helen se la lleva y dice que luego me la enseñará.
Paul ha cogido a su hija en brazos. La mira y sonríe su cara refleja felicidad plena.
.
Helen está soltando el agua de la bañera y limpiándola un poco, le digo que la limpie pronto antes de que Maya vea la sangre.
Papa y Maya llegan enseguida. Cuando la veo me sube una increíble oleada de ternura.
-Mira Maya ya está aquí- le digo.
- ¿Me das un beso?- Pobrecita está cansada y un tanto extrañada por todo lo que está sucediendo. Pero tiene una sonrisa dibujada en su carita.
Es una chica, no recuerdo quien se lo dijo, yo no me atrevía, ella prefería un hermano.
Mi padre también sonríe feliz, se acerca a darme un beso y lo noto un poco abrumado, ya sé, estoy totalmente desnuda.
Me ayudan a salir de la bañera y justo al salir cae a suelo un montón de sangre como un gran coagulo. Maya está justo enfrente lo ha visto pero no se ha asustado me mira y sonríe.
Nos ponemos todos juntos y María nos hace una foto. Helen me apremia para que me tumbe en la cama y me recueste sobre los cojines.
Mientras se lleva a Adda a la mesita que hay al lado de la cama y le pone la luz roja.
El pediatra también hace su aparición, es cubano, la ausculta sigue haciendo un ruidito a rítmico al respirar. El pediatra la mira y le pone el tubo de oxigeno enfrente de la carita, así parece que respira mejor. Mientras a mi me están cosiendo el pequeño desgarro que me he hecho a la entrada de la vagina. Desde mi posición veo a Adda y también al muchacho que me está cosiendo. Toda mi familia se ha salido fuera.
Veo que le van a aspirar a Adda con la goma la tráquea, no es una práctica que utilicen mucho aquí por lo que empiezo a preocuparme un poco más. Miro a Helen y a ella también la veo tensa.
Hasta el momento el ruidito de Adda no me parecía de importancia tengo plena confianza en Helen, en mi y Adda. Pienso en lo que podría hacer yo para ayudarla, claro darle de mamar. Justo en ese preciso instante el pediatra se vuelve hacia a mí y me insta a ponérmela al pecho. La tumbamos a mi derecha, las dos estamos desnudas, noto que se calma al sentir mi calor, hasta entonces ha estado llorando. Intento darle el pecho, tarda un poco en engancharse, la respiración arrítmica no la deja y cuando por fin lo hace, como por arte de magia, empieza a respirar con el ritmo tan esperado. El ambiente se torna calmo y poco a poco van desapareciendo todo el personal dejando paso a mi familia. Después ellos también se retiran a descansar ha sido una larga noche para todos.
Mi madre está conmigo sentada en la mecedora, su cara nada tiene que ver con la de hace unas horas.
Hablamos, confesándonos mutuamente nuestros sentires y emociones vividos durante este tiempo.
Callamos.
Les agradezco profundamente que sean mis padres y todo lo que han hecho por mí sobre todo en estos momentos tan intensos e irrepetibles.
Mando un único mensaje primero mentalmente confirmándolo con el móvil para transmitir a distancia la buena nueva. Todavía es temprano va a ser la primera en enterarse es para Son del alma mía.
Son las 9:00 y Vicenta va a llamar a María para decirle que nos vamos a la habitación.
Aparece María con una silla de ruedas, dudo en subirme a ella pero al incorporarme me encuentro un poco mareada.
Cuando entro en la habitación Paul y Maya están en la cama durmiendo.
Me enternece mucho verlos. Desde este momento empieza para todos una nueva fase en nuestras vidas. El vínculo Maya-Paul se estrecha. Adda empieza a conocer el mundo por Mama y a partir de aquí este vínculo crecerá como ondas en el agua tras caer en ella una hoja.
“El corazón de una madre se multiplica con cada hijo que nace”
Dra. Françoise Dolto.
FIN
domingo, 7 de junio de 2009
En el rio aprendimos a nadar
Los libros de la mesita de noche.
- El libro tibetano de la vida y la muerte de Sogyal Rimpoché
- Caminos de Autorrealización de Antoni Blay Fontecuberta
- El libro tibetano de los muertos. Bardo Thodol
sábado, 6 de junio de 2009
Un día Paul decido cambiar el jardin. Quitó el hormigon que cubría el suelo y lo cubrió de paja. Que blandito es ahora el suelo. Es una zona perfecta para el juego. Adda juega mucho en el jardín, le gusta coger hojas de salvia y darmela a comer. Cosa que yo hago con mucho gusto. Hemos plantado fresas y estan naciendo un par de girasoles. Tambien hay Melisa, Oregano, Menta, Hierba buena, Romero, Espliego y una tomatera.
Debajo de la paja Paul ha hechado esporas de unas setas (comestibles) que esperemos salgan el próximo otoño.
LA VIDA EN EL PUEBLO
Vivimos en esté rincón del mundo llamado Alarcón donde la historia ha dejado su huella en forma de grandes construcciones,castillo, torres, murallas, puentes, caminos y alguna que otra cueva donde se ve claramente el trabajo del hombre.
Es un sitio bonito donde crecer y madurar. Aquí crecí y por el momento maduro como higo agarrado en la rama para una vez en su punto dejarse caer. Aquí también han venido a nacer mis dos hijas Maya y Adda. Otra vez la vida en forma de gigantesca rueda a dado la vuelta. Paul mi compañero por ese azar de la vida que no deja de sorprenderme tambien disfruta y madura en la tranquila villa donde ha encontrado su sitio. Antaño sede del Marques de Villena "el que le hizo frente a los reyes catolicos" oponiendose a tan gran imponente grandeza.
Y con está introducción de novata en esto de blogear doy paso a futuras exposiciones de lo que hacemos en Alarcón:
Es un sitio bonito donde crecer y madurar. Aquí crecí y por el momento maduro como higo agarrado en la rama para una vez en su punto dejarse caer. Aquí también han venido a nacer mis dos hijas Maya y Adda. Otra vez la vida en forma de gigantesca rueda a dado la vuelta. Paul mi compañero por ese azar de la vida que no deja de sorprenderme tambien disfruta y madura en la tranquila villa donde ha encontrado su sitio. Antaño sede del Marques de Villena "el que le hizo frente a los reyes catolicos" oponiendose a tan gran imponente grandeza.
Y con está introducción de novata en esto de blogear doy paso a futuras exposiciones de lo que hacemos en Alarcón:
PLANTAS MEDICINALES QUE NOS GUSTAN
HIPÉRICO o HIERVA DE SAN JUAN.
Está planta me gusta especialmente por la cantidad de particularidades que tiene. Como que antes de que existiera el prozac esta planta servia como remedio a las depresiones leves. Y sin efectos secundarios. También por el preparado de aceite que se prepara con unos 200gr. de flor y aceite de oliva hasta que cubra la flor, dejando la mezcla reposar en un frasco de cristal cerrado herméticamente puesto al sol y al sereno durante cuarenta día y cuarenta noches.
Toma un color rojo intenso. Este preparado se envasa preferiblemente en tarritos pequeños para que el aceite no pierda sus propiedades ya que se volatilizan al contacto con el oxigeno.
Se utiliza para:
- Las escoceduras del culito de los niños.
- En quemaduras alivia el dolor y regenera la piel.
- Para los eccemas por sus propiedades regeneradoras.
- Como friegas para el lumbago y dolor de articulaciones.
Se recoge por Cuenca el día de San Juan cuando ya está florida.
Se encuentra en los bordes de los caminos, me gusta recogerla por la ladera del río Júcar donde no pasan demasiados coches y la planta está libre de plomo y otros agentes contaminantes.
TOMILLO:
El tomillo es la planta que utilizo en los constipados. Es lo mejor para la tos y facilita la expectoración de los mocos. Su aceite esencial desinfecta y mata las bacterias de las mucosas de las vías respiratorias, del intestino y de las vías urinarias.
Los baños de tomillo estimulan la circulación y son reforzantes en casos de resfriados y de tos ferina.
En casa preparo sopa de tomillo y cebolla cuando ronda un resfriado u constipado. Utilizo mucha cebolla, ajo, aceite de oliva, sal y a veces algo de pimentón para que esté mas rica. Todo esto lo cuezo bien y un minutito antes de retirarlo del fuego le echo un poco de tomillo. Para que el caldo coja la esencia pero no se amargue mucho.
MELISA o TORONJIL
La melisa es una planta que huele a limón es parecida a la hierva buena aunque sus hojas son menos gruesas y más grandes. Suele cultivarse ya que no se encuentra fácilmente.
Está planta me llamó mucho la atención cuando encontré entre sus propiedades descritas en el Dioscorides que "ahuyenta las nubes negras de la cabeza". Así que la suelo tomar junto con anis y un pellizco de tomillo cuando me encuentro densa.
Tambien tiene otros efectos como el sedante, tónico nervioso, reforzante, contra vomitos, jaquecas y es conocido como remedio para los trantornos gastricos.
Nosotros la cultivamos en el jardin y cada año hay más. Se reproduce mediante semillas que hecha en abundancia.
viernes, 5 de junio de 2009
Los hijos
No hace mucho pude leer en el Profeta de Khalil Gibran algo que me gusto muchisimo. Habla de los hijos una descripción que me dejo tranquila con una visión más clara sobre la materninad y que compartí el día de la madre con mis amigas/madres de Alarcón.
Dice así:
Tus hijos no son tus hijos
son hijos e hijas de la vida
deseosa de sí misma.
Dice así:
Tus hijos no son tus hijos
son hijos e hijas de la vida
deseosa de sí misma.
No vienen de ti, sino a través de ti
y aunque estén contigo
no te pertenecen.
Puedes darles tu amor,
pero no tus pensamientos, pues,
ellos tienen sus propios pensamientos.
Puedes abrigar sus cuerpos,
pero no sus almas, porque ellas,
viven en la casa del mañana,
que no pueden visitar
ni siquiera en sueños.
Puedes esforzarte en ser como ellos,
pero no procures hacerlos semejantes a ti
porque la vida no retrocede,
ni se detiene en el ayer.
Tú eres el arco del cual, tus hijos
como flechas vivas son lanzados.
Deja que la inclinación
en tu mano de arquero
sea para la felicidad.
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